La Leyenda de Lea II : El Renacimiento

8. No me llames "Link"

"¿Qué demonio sucedió?" se preguntaba Dark Link mientras buscaba a su alrededor algún rastro de la princesa Zelda. Tomó su espada y se acercó a la ventana para verificar si podía hallar algún resto de sangre prueba del homicidio. Nada. La hoja de su arma resplandecía limpia con la luz de la luna.

Dark Link estuvo a punto de dar una patada en el suelo al ver que su misión había fallado, pero algo en su mano lo hizo retroceder, un brillo extraño que provenía del dorso de su puño izquierdo en forma de triángulo.

Una sonrisa se esbozó en su rostro...La Trifuerza de la Sabiduría.

Dark Link levantó su mano para contemplarla mejor. Ahora que esta reliquia era suya, ¿porqué tendría que entregársela a Ganondorf?. No sólo había hecho él sólo el "trabajo sucio" sino que ni siquiera, después de años de fiel servicio, ese imbécil  le había llamado nunca por su nombre correcto: DARK LINK.

Era hora de hacerlo pagar. Ésa sería su venganza.

"Pobre idiota" pensó para sí "¡No me interesa si esa princesa murió o no! Hoy tengo la Trifuerza del poder, mañana será la del coraje, y después ¡la Gloria entera para mi!"

Blandiendo su nuevo tesoro, Dark Link se deslizó silenciosamente fuera del cuarto para entrar al salón donde se había reunído con su antiguo Señor. Tenía que despedírse, todavía estaba hambriento y no sólo de venganza...

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—¡¿Zelda?! ¡¿Dónde está Zelda?! ¡La princesa no está!—exclamó Gareth blanco de horror. Juraría que hace unas horas yacía en su cama— ¡La princesa no está! ¡Ayúdenme a buscarla!—gritó Gareth despertando a todos los sirvientes y tocando todas las puertas que encontraba a su paso.

Corría y gritaba desesperadamente, temblaba de miedo de tan sólo pensar que algo le hubiera sucedido.

—¡Gareth!—se oyó la voz del Rey saliéndo eufórico de sus aposentos—¿Qué es lo que sucede aquí?

El Gerudo paró en seco y sintió como si una piedra le aplastara el estómago. ¿Cómo diablo iba a hacerle frente al rey? ¿Cómo le iba a explicar que su hija no estaba en su cuarto? Él, Gareth ¡su protector y hombre de confianza! Por primera vez en mucho tiempo tuvo miedo, un miedo atroz a perder su vida.

—Majestad...—susurró Gareth con nerviosismo—temo que...—tartamudeó mientras giraba sobre sus talones para enfrentar al rey—Zelda...no está.

—¿¡Cómo que no está!? ¡Explíquese!-exclamó el rey sacudiéndo la vela que portaba en su mano derecha con furia y confusión.

—Esta noche pasé por su cuarto y...no la encontré...¡Pero ya la estamos buscando su Majestad!

—¡Zelda! ¡Mi hija!.—al oír la noticia, el Rey corrió en busca del cuarto de la princesa, empujándo a Gareth y a todo aquel que se interpusiera en su camino. Entró dando tumbos e iluminó el cuarto con la vela. Al ver que su hija no estaba en su cama, abrió los ojos y bajó la cabeza en silencio. Temía lo peor.

Un incómodo y extraño vacío inundó a todos los sirvientes que contemplaron el dolor del monarca. Nadie habló.

—¡Búsquenla!—habló el Rey por fin después de un largo rato— ¡Búsquenla y no se detengan hasta encontrárla! Revísen cada mazmorra, debajo de cada piedra, detrás de cada puerta, ¡Zelda tiene que aparecer antes de que amanezca! 

Todos acataron la orden y buscaron hasta que ya no les quedaron más fuerzas.

Gareth no fue la excepción. Buscó e inspeccionó cada cámara e incluso en los escondites que Zelda usaba al jugar de niña. Pero no hayó a la princesa. Pensaba lo que todos creyeron: alguien o algo la había secuestrado.

Casi al final de aquella noche, en uno de sus tantos recorridos por el palacio, el hombre del desierto encontró una puerta que llamó su atención. Una que daba a una habitación a la que jamás había entrado o por lo menos no recordaba en aquel instante.

Jaló de la aldaba e ingresó... la puerta estaba abierta.

En su interior encontró sólo un trono de piel negra y al ver la pared, Gareth quedó paralizado de horror:

17 palabras escrítas con sangre fresca escurriendo en la pared:

"Mi misión terminó aquí Gran Rey de las Tinieblas. Se despide su más fiel sirviente.

-Dark Link"

Debajo de aquel horroroso mensaje, yacía el cuerpo deshecho y abierto de un soldado del rey.

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