11. Recuerdos, Pesadillas y...¿el final de Lea?

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La persecución con la ladrona condujo a Lea hacia unas ruinas muy cerca de un bosque. Tan pronto llegó, desmontó su caballó y entró apresuradamente.

El edificio parecía ser un antiguo palacio de más de 200 años de antigüedad...quizá muchos más. Se sostenía a más de 200 metros sobre el piso con dos torres de piedra a cada lado, en otros tiempos quizá tendría vigilantes que protegieran su entrada. Por dentro se encontraba una gran sala carcomida por la hiedra, abandonada por el tiempo y por lo tanto, oscura como boca de lobo.

Cerca de la entrada encontró tirados unos trozos de madera. Tomó algunos de ellos y raspándolos unos contra otros prendió fuego, apartando uno para usarlo como antorcha y así buscar a la mujer.

"Seguro está escondida en algún rincón de este lugar" pensó para sí agitando la flama de un lado a otro.

Pero en una pared del fondo, un grabado llamó su atención. Sosteniendo el fuego en lo alto, divisó lo que parecía ser una ballena alada, un búho con dos ojos muy abiertos que daban la impresión de querer advertírle de algo y un texto arriba de ambas figuras que Lea no podía interpretar.

Estaba segura de que nunca había visto esas imágenes, pero algo en ellas le provocaba un sentimiento de familiaridad y nostalgia...casi como un Deja-Vú. Sin quererlo, Lea cerró los ojos por un breve instante y al hacerlo algo extraño sucedió.

Vió una imagen proyectada en su mente que poco a poco se fue haciendo más y más clara, hasta que se sintió tan tangible y real como una escena de teatro. Se veía a sí misma ascendiendo paso a paso por una escalera que dirigía hacia el cielo, infinita.

Al ver hacia abajo las nubes habían quedado muy atrás, y al subir el último escalón, escuchó un extraño sonido parecido al canto de una ballena.

Una criatura similar a una gigantesco cetáceo alado navegaba en el cielo azul. Desde abajo, se podía divisar el resplandeciente brillo plateado de algunas de sus escamas, mientras que otras lucían todos los colores del universo: morados, dorados, verdes, azules...y muchos más tonos que Lea no podía nombrar ya que nunca en su vida los había visto. Era como ver el espíritu de un arcoiris bailar con el viento.

Entonces lo sintió. Lea comenzaba a recordar.

—Te conozco, ¿verdad?—.La joven asustada, se llevó una mano a la boca ahogando un grito. La voz que procedía de su propia garganta no era su voz, parecía la de otra persona ya que era más grave que la suya. De inmediato vió sus manos, sintió su pecho, incluso tocó su cara...pero su cuerpo era otro, éra más el de un hombre que el de una mujer. Pronto, la sensación de no sentirse ella misma la despertó de inmediato del ensueño.

Al instante se encontró de regreso en las ruinas de la isla Koholint con la mente hecha un remolino de extraños recuerdos..una niña que cantaba y jugaba con animales, un zorro, una bruja, un príncipe ...el pez del viento...

—¿Lea? ¿Eres tú?.—se oyó la voz de una mujer haciendo eco desde la entrada del palacio.

—¿Quién está ahí? -preguntó Lea tomando una postura de alerta.

—¡Lea! ¡soy yo! ¡Windell! ¡la madre de Seth!.—exclamó alguien desde el arco de la puerta. Sólo podía divisar una silueta a contraluz.

—¿La madre de Seth?—se preguntó Lea entrecerrando los ojos, extrañada y aún aturdida por la visión.

—¡Sí!—poco a poco la mujer se fue acercando hasta hacerse visible dentro del recinto.—Es una verdadera suerte que te haya encontrado aquí. ¿Has visto a Seth? —Windell era una joven mujer de mediana edad, pelirroja como su hijo. Vestía a la usanza de muchos habitantes de Hyrule y Koholint, una falda azul y una blusa de algodón sencillos. Lea la recordó al instante, no había cambiado nada desde la última vez que la vió.

La Leyenda de Lea II : El RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora