18. El Renacimiento

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El sol acariciaba los campos de Hyrule con sus últimos rayos, la noche ya se avecinaba. Pero cuando la luz era más intensa, un resplandor blanco explotó arrojando dos cuerpos hacia los pastos: un hombre y una mujer.

-¡Maldita sea!-rugió un hombre de cabellos grises tratándose de levantar, tosiendo.

-¿En dónde estoy?, ¿Quién eres?-preguntaba una mujer rubia a su lado, al parecer mucho más desorientada de lo que él se encontraba.

Sin hacerle mucho caso, Pharoll trató de ponerse de pie, pero la magia que había utilizado en aquel fallido acto lo había dejado completamente agotado. De hecho, si alguien se aproximaba para atacarlos, era poco probable que pudiera defenderse.

-¿Quién eres tú?-preguntó de nuevo la mujer que se encontraba a su lado.

Cuando los ojos rojizos del Sheikah se encontraron por primera vez con los de esta mujer, se abrieron sorprendidos. No podía creer lo que veían.

"Pero ¿qué fue lo que le sucedió a Lea?" -se preguntó sintiendo el cansancio pesar en todos sus músculos. "¿es que a caso la magia que usé le causó un efecto de envejecimiento?" pensó.

No, esa mujer no era Lea. No podía serlo...

-Hace unos momentos estaba en mi casa y aparecí aquí...¿Tú sabes lo que me pasó? -preguntaba la mujer desorientada, pero Pharoll seguía tan concentrado en sus pensamiento que ni siquiera la escuchaba.

"Se parece mucho a ella...se podría decir que es un pariente. Tal vez su hermana...o tal vez...su madre"

Pharoll se estremeció ante esta pensamiento. Eso sólo significaba que había fallado en su misión, y que una vez que Ganondorf lo supiera acabaría con su vida. No. Tenía que evitarlo a toda costa...tenía que pensar en algo y rápido.

-¡Oye! ¡Te estoy hablando! ¿Qué no me escuchas?-seguía insistiendo la mujer.

Sus ojos rojizos siguieron registrando la mujer, hasta que un detalle captó por completo su atención. Un minísculo e imperceptible objeto que podría valerle su salvación: una ocarina.

Pharoll se acercó a ella para verla más decerca, sonriendo triunfante.

"Con eso podré tocar mi canción y regresar por esa niña antes de que se ponga el sol" pensó Pharoll y dirigió una mano rápida para arrebatársela.

-¡Oye! ¿Qué haces? ¡Esto es mío!- argulló Lina rápidamente, esquivando a al Sheikah.

-¡Dámelo! ¡Lo necesito!-Pharoll insistía en quitársela pero ella esquivaba sus manos con sorprendente facilidad.

-¡Claro que no!

"Mi vida depende de esto, dámelo o te juro que..."pensó el Sheikah esta vez un poco más molesto.

-¡Vas a morir si no me la das! -la amenazó dirigiéndole una mirada asesina, pero Lina tomó el instrumento en ambas manos, protegiéndolo sin dejar que lo tomara.

-¡No! esto perteneció a mi esposo, ¡no dejaré que lo tomes!

Pharoll comenzó a desesperarse. ¡Era increíble como una mujer humana le estaba oponiendo tanta resistencia! ¡A él! ¡Un guerrero Sheikah de primer nivel!

"¡Basta de tonterías! ¡Esto va en serio!" pensó asestándole un golpe en el cuello con todas las fuerzas que le restaban. La mujer perdió el conocimiento al instante y se desplomó a sus pies, haciendo rodar el tan preciado instrumento por el pasto.

Sin pensarlo demasiado, Pharoll la tomó entre sus manos, cerró los ojos y tocó su canción esperando regresar a su despacho guiado por el usual brillo que siempre aparecía al hacerlo, pero al abrirlos nuevamente, aún se encontraba de pie en la pradera hyliana.

La Leyenda de Lea II : El RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora