Empezó mañana pero ayer se va a acabar

102 16 3
                                    

La luz lo cegó al abrir los ojos, se cubrió de la luz con el brazo y se puso de pie, entonces se dio cuenta de que estaba tirado en el suelo de su cocina. Recordó que estaba haciendo la cena, también que había perseguido al cartero y luego lo perdió, eso lo llevó al brownie. Se dio la vuelta brusco para buscar la caja aterciopelada y se dio de lleno en el rostro con un poste de madera, ¿pero que hacía un poste de madera en su cocina? ¿Cómo había llegado allí? Alzó la vista, retrocedió unos pasos y cayó sentado del shock; no era un poste de madera, era la pata de una enorme silla que se alzaba frente a él. Volteó sorprendido y miró con mayor detenimiento su alrededor, definitivamente seguía en su casa, pero no en escala real. Todo era gigante y sin embargo el tamaño de los muebles encajaba entre sí como si fueran las medidas correctas, eso solo lo hizo llegar a una imposible conclusión, él era quien se había encogido.

Claro que eso era imposible, como que los aliens visitaron Bemidji hace décadas, pero la duda asaltó la mente de Lester y es sabido que el hombre se ve obligado a creer aunque niegue los echos cuando no queda mas explicacion que lo improbable.
Los pocos pasos que usualmente daba se convirtieron en una corrida hasta la sala, se detuvo frente al inalcansable perchero tras la puerta y alzó la mirada, su abrigo estaba colgando sobre él con su teléfono en el bolsillo. Sin forma de comunicarse o buscar ayuda, corrió hacia el otro extremo de la sala e intentó subir las escaleras. Saltó para agarrarse del primer escalón y trepó con ayuda de la rugosa alfombra que sirvió de ayuda para sus pies descalzos, algo útil salía del horrible gusto de Pearl para la decoración. Una miga, de galleta creía, atrapada en la alfombra le raspó la planta del pie. En su mano se veía del tamaño de una galleta completa, la partió y la tiró por el barandal, entonces siguió trepando hasta llegar sudoroso hasta la cima de la escalera.

Se abrió un poco el cuello de la camisa y caminó agotado hasta su habitación, por suerte había dejado la puerta abierta. Se le ocurrió hacer como los gatos e intentó trepar por el edredón que caía desde su cama, se aferró a la tela lo mas fuerte que pudo y tiró pero apenas pudo levantar su cuerpo sin apoyo para los pies. Se soltó para caer sentado al suelo y contempló sus opciones, desde su posición pudo ver una solución oculta. Se deslizó bajo la cama y a los minutos salió cubierto de pelusas y polvo empujando una caja de zapatos vacía. La colocó frente a su mesa de noche, se subió a ella y se estiró para alcanzar el cajón que cerraba mal y varias veces lo había hecho rezongar. Puso los dedos entre el borde del cajón y el hueco de la mesa y tiró, cuando logró deslizarlo un poco utilizó las manos para seguir empujando desde abajo. Una vez que estuvo abierto, tomó impulso y con dos saltos llegó a agarrarse del cajón, entonces se aferró a el y con dificultad subió una rodilla, desde ahí fue todo más fácil; cayó dentro del cajón donde halló una regla larga que uso como puente entre la mesa de noche y la cama y se deslizó por ella hasta aterrizar en su almohada.

Rebotó en el almohadón de plumas y rodó hasta el colchón, se levantó poniéndose en cuatro y miró la cama, a Pearl no le gustaría nada el camino de suciedad que había dejado en sus sábanas blancas. Se puso de pie con dificultad y echó un vistazo al cuarto, desde esa nueva perspectiva veía lo aburrido que lucía, nada tenía personalidad, era como la casa de una anciana, como la casa de su madre. Lo único que se podía rescatar era.. No, nisiquiera esos carteles con frases motivadoras eran dignos de salvarse, si fuera por él quemaría esa casa y se mudaría de ciudad, o aun mejor, de país.
Negó con la cabeza para evitar seguir pensando en su miseria y se preocupó por el actual problema, entonces divisó la única ventana de la habitación y creó una solución.

Gateó a través de la cama hasta el lugar de su esposa, se acomodó en el borde de la cabecera y tomó impulso para saltar a su mesa de noche. De allí tomó un par de aretes que enganchó a su cinturón, volvió a la cama, fue hasta el edredón doblado a los pies de ésta y se sujetó de el para deslizarse hasta el suelo. Quien lo viera pensaría que era un aventurero nato, pero Lester no era consciente de todas las hazañas que hacía, él solo quería salir de esa casa. Corrió hasta estar debajo de la ventana, al pie de las cortinas, sacó los aretes, los clavó en la tela y comenzó a escalar como un montañista escalaba el Everest, con más dificultad debido a la suave y ligera superficie que era su apoyo.

Llegó hasta la ventana, saltó al borde y encontró otro obstáculo, estaba cerrada. Se guardó los aretes y tiró de la maldita traba que siempre se atascaba por el frío, pero se rindió porque sus manos no soportaban mas la helada superficie. Hizo un hueco en el frío que nublaba el cristal y miró hacia afuera, todo parecía normal desde esa altura; maldijo por lo bajo al estar tan cerca pero tan lejos de la libertad y golpeó el cristal como última esperanza. Claramente no se rompió, pero justo en ese momento sopló un fuerte viento que heló los pies de Lester al colarse por debajo de la ventana, el rubio los miró y frunció el ceño. ¿Qué tan lento podía ser?

Se sentó frente a la traba, le propinó una fuerte patada que liberó la presión y la ventana se abrió bruscamente por el viento. Casi se cae de no ser que alcanzó a sujetarse de la cortina, y cuando el viento disminuyó, se asomó por el borde. Debajo no había mas que nieve, pensaría que es seguro saltar, pero la gravedad haría de las suyas y lo hundiría dentro de un montículo de nieve donde quedaría enterrado. No viendo otra opción, cerró los ojos y saltó esperando que el destino estuviera de su lado esa noche.

Lester en el país de los Problemas (Lestrick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora