Diciembre en Nueva Inglaterra era igual a frio, como Thalía podía comprobar por sí misma. Temblaba, mientras la nieve y las gélidas ventiscas azotaban su cara. Miro a Teseo y Annabeth, quienes lucían igual que ella; temblorosos y pálidos por el frio.
Se ajustó el abrigo, y no pudo evitar pensar que estaban por meterse en un buen lio, y se suponía que era ella quien debía guiarlos. Como hija del todopoderoso Zeus, Rey de los Olímpicos, Thalía sabía que todos los ojos estaban sobre ella, midiendo sus acciones, juzgando cada uno de sus pasos, cerciorándose de que no se equivocase. La cruel profecía anunciada luego de la Segunda Guerra Mundial pendía sobre su cabeza, y no era un secreto que en el Olimpo la mayoría preferiría verla muerta. Recordó lo que Perseo había dicho: «Temen ofender a tu padre, así que no actuaran directamente en tu contra. Pero, y créeme cuando te lo digo, te observan. Un paso en falso, hija de Zeus, y será lo último que hagas».
Se estremeció.
Nunca olvidaría ese día. Principalmente porque cada vez que dormía, veía el rostro de Perseo, tan escalofriante y sereno, sus ojos como el oro líquido. La había llamado sobrina, lo que la confundido. Claramente era un dios, o por lo menos un ser divino, así que el parentesco debía venir de su padre. Pero, que ella supiera, Zeus solo tenía dos hermanos, Poseidón y Hades. Bueno, y Quirón.
De cualquier forma, había otra razón por la que Thalía jamás olvidaría aquel día. La Gran Profecía. Las suaves y vacuas palabras pronunciadas por la lengua viperina de Perseo se susurraban en su mente cada segundo, y amenazaban con consumirla. Pronto cumpliría los dieciséis años, y no creía estar preparada para asumir el destino del mundo cuando cumpliera dieciocho.
Annabeth, en su ignorancia, había asumido que su pavor, luego de aquel encuentro, se debía al choque de emociones, e insistió en que hablase con Quirón. Luke la había apoyado, y Thalía lo hizo. Pero, desafortunadamente, Quirón no había sido de ayuda. Exaltado y, se atrevía a suponer Thalía, asustado, les había hecho jurar sobre el Estigio que no hablarían con nadie acerca de Perseo, ni lo que habían visto u oído.
Pero la llegada de Teseo y, Thalía se estremeció nuevamente, la traición de Luke habían distraído su mente de Perseo y todo lo que lo implicase. Como hijos de Poseidón y Zeus, Teseo y Thalía se comprometieron a recuperar el Rayo Maestre, e impedir una guerra civil entre los dioses. Y lo habían logrado.
Pero nada había sido igual después de aquel verano. Docenas de semidioses se esfumaron, algunos no regresaron después del año escolar. La oscuridad se reformaba, según Quirón, y los peores monstruos de la creación salían de los pozos del Tártaro. Los ataques habían aumentado, tanto que el Consejo Olímpico se había visto obligado a actuar, erigiendo con su gran poder una barrera mágica que protegiese al Campamento Mestizo. Y pese a eso, Zeus negaba que Kronos estuviese en ascenso, para molestia de Poseidón y los demás Olímpicos.
Sacudió la cabeza, y vio el internado ante ella. Westover Hall parecía un castillo donde viviría un temible caballero, no una escuela. Estaba construido totalmente de piedra negra, con torres y ventanas angostas. Tenía unas gigantescas puertas de roble.
-Esto promete ser divertido-mascullo la chica en voz baja.
Quiron los había enviado en auxilio de Grover, que enfrentaba un obstáculo para cumplir su misión. Así pues, Quiron había enviado a los mejores: Annabeth, Teseo y ella misma.
Teseo, a su lado, asintió, y ella volteo los ojos. No es que se llevasen mal, pero tampoco se terminaban de llevar bien. En términos generales, era un buen muchacho y bastante buen guerrero, pero también era arrogante, imprudente e insensible. Un día eso lo iba a matar, y Thalía no pensaba estar cerca para unírsele.
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El Retorno del Rey.
FanfictionLa confianza es una cosa frágil, Perseo la supo siempre. Se necesitan años para construir una confianza firme, y solo una acción para destruirla. Perseo lo sabe. Él lo sabe. Pero ahora, viendo como los puentes de la confianza que el mismo construyo...