Ogygia.

482 55 66
                                    

Buenas noches, tardes y dias, mis amores.

000000000000000

Teseo se despertó sintiendo como si su cuerpo hubiese sido quemado, apaleado, aplastado y cortado en pedacitos. Se levantó y vio que estaba en una especie de cueva muy hermosa. El techo brillaba como un millón de diamantes. Estaba en una cama sumamente cómoda.

Como pudo, se puso de pie. Los músculos le ardían.

Una voz femenina le llego:

-No deberías moverte, estas muy débil para levantarte.

Teseo enfoco la vista y vio a la chica. Tenía los ojos almendrados y piel acaramelada. Llevaba un vestido estilo griego con escote redondo y una corona de laureles sobre su cabeza. Le recordaba a alguien, pero no estaba seguro de quien.

-¿Quién...?-farfullo Teseo.

-Descansa-interrumpió la chica-. Y no te preocupes. Ningún daño te ocurrirá aquí en Ogygia.

La chica lo miro con tristeza.

-Soy Calipso, valiente.

Luego de eso, Teseo volvió a caer en la inconciencia.

En su sueño, Annabeth corría por las playas del Campamento Mestizo, y él iba a su lado. Se tomaban de las manos, y reían a carcajadas, aunque Teseo no estaba muy seguro de porqué. Tampoco sabía porque se tomaban de las manos. «Pero, dioses-pensó Teseo, sin aliento, al ver a Annabeth-. Aquella chica era bellísima»

-¡Sesos de alga!-exclamo Annabeth... Y de pronto todo cambio.

Ya no estaban en el Campamento Mestizo. Oh, no. Ahora estaban en el Inframundo. Teseo solo había estado allí una vez, casi tres años antes, pero nunca lo olvidaría. Y junto a él, las filas de los condenados esperaban para ser juzgados por el Tribunal, que decidiría su destino.

Los muertos, como recordaba muy bien Teseo, no eran aterradores. Más bien, lucían tristes, y más de una vez había pensado que si se los veía demasiado, uno podría hundirse en la tristeza.

Había muchos, más que la última vez. Y la mayoría vestía uniformes de los ejércitos de Estados Unidos y México, lo que tenía sentido. La guerra entre ambos bandos se recrudecía, y estaban estancados en las fronteras, con muchas muertes sin sentido en ambos bandos.

Entonces un fantasma se materializado a su lado y Teseo perdió el aliento.

Era Annabeth.

El cabello le caía suelto por la espalda, y tenía su gorra de los Yankees, cosa que no tenía sentido, porque debería de ser invisible. Iba con zapatillas, vaqueros y la camiseta naranja del campamento.

Lucia pacífica. Pero diferente. Como los demás fantasma, Annabeth lucia triste, melancólica.

-Hola, sesos de alga-dijo ella, sin siquiera abrir la boca. Sus palabras parecían ser proyectadas de su mente.

Teseo trato de abrazarla... y cayó al suelo, tras ella. Claro, ahora era un fantasma, un ser incorpóreo. Intento no llorar por esa implicación.

Annabeth sonreía tristemente.

-No deberías estar aquí-dijo ella-. Yo tampoco. Pero, oh, el destino es tortuoso, Teseo.

-¿A qué te refieres, Annabeth?

La hija de Atenea medito un instante. Parecía pensar sus palabras con mucho cuidado.

-El Olimpo se cae a pedazos, Teseo-dijo al fin-. No comprendí que tanto hasta que estuve aquí. Lo que Perseo planea... Es el fin de la civilización occidental como la conocemos.

El Retorno del Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora