La Batalla del Laberinto.

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¡He regresado!

Quiero aclarar algo. Teseo no es Percy. Si, ambos son hijos de Poseidón con Sally, si, ambos han tenido experiencias similares. Pero no son la misma persona. Teseo, por ejemplo, se enamoro de Annabeth al verla, y entre otras cosas, no es tan leal. A él lo veo más bien como el Teseo de los mitos.

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Cuando Teseo llego a las playas del Campamento Mestizo, todo estaba en silencio. Aquello lo confundió. Tampoco había centinelas en la playa, lo que era raro, incluso en tiempos de paz.

Pero no le dio muchas vueltas. De hecho, agradecía la soledad en la que se encontraba aquel lugar.

Necesitaba hablar con Perseo.

Pero Teseo se quedó en silencio. ¿Cómo se suponía que debía convocar al dios más poderoso del mundo? Un dios que, dicho sea de paso, podía matarlo en cuestión de segundos.

Se aclaró la garganta.

-Eh...

Y entonces él hablo:

-Puedo escuchar tus pensamientos al otro lado del mundo, sobrino.

Salto. Allí, frente a él, apareció Perseo, con las manos juntas, sentado sobre un tronco de madera.

Teseo no supo que decir, pero por fortuna, Perseo lo atajo.

-Se bien lo que deseas. Y si, está dentro de mis capacidades. Pero debes saber, Teseo, que todo tiene un precio. Estoy seguro de que lo entiendes.

El hijo de Poseidón asintió bruscamente. Claro que lo sabía, y estaba dispuesto a pagar el precio que fuese.

Perseo lo miro tristemente.

-La vida de los semidioses nunca es fácil-dijo, como si aquello fuese un secreto para Teseo-. Lo sé bien.

-¿De verdad?-pregunto Teseo, algo irreverente.

-Soy el Dios de los Héroes, Teseo-le comento Perseo-. Conozco bien sus luchas, sus sufrimientos, sus anhelos... Y siempre los he ayudado. O, al menos, a aquellos que han querido ser ayudados. Tu amiga, Thalía, no quiso ser ayudada.

Teseo alzo la vista ante la mención de la hija de Zeus. Necesitaba saber si lo que Annabeth había dicho era cierto, si acaso no había sido una ilusión de su mente.

-Lo fue-le dijo Perseo, como si hubiese leído su mente-. Y si, leí tu mente. Todo lo que te dijo la hija de Atenea es cierto. Una joven excepcionalmente lista. Brillante, incluso.

-¿De verdad se negó?-pregunto Teseo, incrédulo. Annabeth había sido la hermana que Thalía nunca tuvo.

Perseo asintió.

-Debo decir que incluso yo no preví eso-admitió, con un regusto amargo, como si aún le doliese-. Pero lo hecho, hecho esta. Thalía ya no me sirve de gran cosa. La pregunta es, ahora, sobrino, ¿me sirves de algo tú?

Allí estaba. Teseo se relamió los labios.

-Yo...-Teseo se detuvo.

-Piensa bien lo que dirás-le advirtió Perseo con amabilidad-. Creo que los trataos justo, y honrare mi parte, si llegamos a un acuerdo, pero espero lo mismo de ti. No prometas algo que no cumplirás.

-No sé si sea lo correcto-admitió Teseo-. Usted es el enemigo.

-Soy el enemigo de los dioses-le corrigió Perseo-, no de los semidioses. O al menos, no de los semidioses que se hagan a un lado. Les ofrecí eso, ¿recuerdas? Y muchos regresaron con sus familias mortales, sin querer saber de la guerra. Yo respeto eso. Otros se me unieron, queriendo ser parte del cambio. Eso, lo respeto aún más.

El Retorno del Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora