La Caída del Olimpo, Pt. II.

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Buenas.

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Cuando Perseo puso un pie en el Olimpo, fue atacado.

Naturalmente lo esperaba. Hefestos arrojo una llamarada de fuego en su dirección, y el dios no tuvo otra opción que desaparecer. Entonces era Artemisa, disparando una ráfaga de flechas de plata en su dirección, y luego Deméter, que con un gesto de sus manos hizo que todos los arboles extendiesen sus raíces hacia él, en un intento de aprisionarlo.

-Imbéciles-murmuro Perseo, y con gran fuerza golpeo su lanza contra el suelo de mármol. Una onda expansiva de poder golpeo a los dioses y los envió lejos.

El Olimpo, como materialización del estado de Occidente, estaba virtualmente en ruinas. Los suelos y palacios de mármol estaban resquebrajados, y entre las grietas crecían zarzas y raíces. Las grandes estatuas de Zeus y Hera habían sucumbido bajo su propio peso, y a solo unos metros de donde él estaba, se encontraban los restos.

-Valiente esfuerzo, querida familia-gruño Perseo, y levanto su lanza-. Pero no tienen oportunidad contra mí.

Perseo centro su atención en Hefestos, cuya gran fuerza física era su amenaza más inmediata, y con una fuerte pisada, desestabilizo el suelo bajo el dios. Hefestos volvió a caer con un ruido sordo, pero antes de que Perseo pudiese acercarse a él, golpeo el suelo y convirtió todo el patio en una piscina de magma hirviente. Entonces Afrodita se acercó a él, claramente confiando en que estaba distraído, pero Perseo no la complació. Giro su lanza y corto el pecho de la diosa, la cual se tiro al suelo, chillando, mientras el icor brotaba de su herida.

-Y aun no veo al cobarde de su rey.

El Dios del Tiempo volvió a golpear su lanza contra el suelo, y Artemisa, Dionisio y Deméter se congelaron en el tiempo, justo mientras preparaban un ataque en su contra. Entonces, Perseo balanceo su lanza y apuñalo a Afrodita en su pecho.

Retiro su arma.

-El corazón de la Diosa del Amor, roto... En cada sentido de la palabra.

Afrodita gimoteo, llevándose una mano al pecho, y mientras su cuerpo se disolvía en arena de oro, chillo tan fuerte que incluso Perseo tuvo que alejarse para proteger sus oídos.

El viejo rey solo se rio, encantado.

-Tu esposa no te salvara ahora, Hefestos. Así que, ¿dónde estábamos?

Varias flechas de plata volaron en su dirección, y Perseo, con la gracia de un acróbata, las esquivo todas. Entrecerró los ojos con molestia al ver a Artemisa, liberada de su poder.

-Eres una molestia, Artemisa.

En segundos, estaba sobre ella, y con sus propias manos le rompió el puente del arco. La tomo por la garganta y la arrojo contra las ruinas de su templo.

-Te hice una promesa... Luego regreso por ti.

Dionisio y Deméter ni siquiera la vieron venir, hasta que fue demasiado tarde. Tomo a su hermana por un brazo una la hizo girar, como a una muñeca de trapo, y la estampo contra el suelo. La Diosa de las Cosechas gimió, y aún más cuando Perseo la pisoteo, mientras se lanzaba al ataque contra Dionisio, el cual disparo rayos de energía purpura.

Hefestos, una vez más de pie, choco sus palmas y una muralla de fuego se elevó contra él. Entonces el Dios de las Fraguas estaba allí, con un gigantesco martillo envuelto en llamas, y lo empuñaba en su contra. Perseo gruño, y giro su lanza, fingiendo que tenía la intención de golpear a Hefestos en las piernas. Otro dios habría captado la artimaña, pero su sobrino, no, y cuando bajo su maza para proteger sus piernas, Perseo alzo su lanza y se la clavo entre los ojos.

El Retorno del Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora