Jungkook y Tae se pasaron un buen rato discutiendo por lo ocurrido en las noticias, es más, no se hablan. Intenté arreglar las cosas, les pedí perdón a los dos, pero solo uno lo acepto.La colocación en la casa también ha cambiado. Quería pasar la noche sola hoy, por lo que Ari se bajó a dormir con Yoongi, Nam y Jimin se subieron a nuestra buhardilla, dejándome a mí su cuarto para estar sola.
Me tumbé en la cama de Jimin para poder descansar de todo. El cuerpo me dolía, debido a todos los moratones que tenía en el por culpa de ellos, la cabeza también, esta me dolía por el maravilloso día que había tenido; nótese la ironía.
Abracé una de las almohadas, si no lo hago no puedo dormir y cerré los ojos, acto que no duro mucho porque ellos se venían a mi cabeza, las pesadillas que me han tenido noches en vela por eso, pero no solo ellos, también Tae.
Estar en esta situación con él realmente me dolía, me dolía mucho. Llegué a pensar que después de todo lo sucedido en Paris, podríamos tener algo, pero me hice ilusiones muy rápido.
Comencé a llorar al recordar literalmente toda mi vida, recordar lo mal que lo pase cuando Jimin se fue de casa, cuando ese hombre entro en casa por primera vez, cuando abusaron de mí, cuando me pegaron, cuando me enamoré y me rompieron el corazón; todo eso dolía mucho.
Mis ojos ahora también dolían debido a que los apretaba para dejar salir las lágrimas cuanto antes. Sumergida en mi propio mar, la puerta se abrió, haciendo que esta chirriara un poco, pero no le preste atención ya que estaba tapada hasta la cabeza con el edredón.
El lado derecho de la cama se hundió y no me moleste en mirar, ya que estaba segura que sería Jimin, me habría escuchado llorar y habría venido a consolarme.
Pero aquel pensamiento cambio en cuanto esa persona, comenzó a tararear una canción, solo tarareaba, no cantaba.
Mis ojos poco a poco se iban cerrando, no solo por el sueño que me había provocado el llorar, sino por la relajación que esa canción transmitía.
-Perdóname... -susurró-.
Fue lo último que logre oír antes de caer dormida.
Pasado un rato largo, me desperté, aún abrazando la almohada que había cogido antes. Cogí el móvil y decidí mirar la hora, pero tampoco es que viera mucho.
-Son las seis de la tarde.
Me giré asustada y allí estaba, apoyado en el cabecero de la cama mientras leía un libro.
- ¿Gracias...? –dije confundía- ¿Qué haces aquí?
- ¿Tu qué crees? He dormido contigo –leyendo-.
-Ah...
Me quedé en silencio mirando las sabanas, no sabía que decir.
- ¿Por qué llorabas? –me mira-.