Capítulo XXVII

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Con el pasar de los días llegó el principio del nuevo calendario que marcaba trescientos sesenta y cinco días de nuevas aventuras para amarse, cumplir sus sueños y seguir creciendo como familia. La Navidad que recién pasó, les dejó una buena sensación en el corazón, la felicidad se incrementó cuando se enteraron que la rubia Danvers había recuperado la memoria, claro, Lena no lo sabía, al menos no en esos momentos y, eso lo convertió en el mayor regalo que cualquiera de los que estuvieron bajo aquel árbol, en especial para los señores Danvers, que le dieron y daban infinitas gracias a Dios de que su hija está completamente recuperada. Tampoco ninguno iba a borrar de sus memorias la reacción sorprendida de Ruby al igual que sus madres, la pequeña Arias tuvo un llanto casi incesante al ver que tenía muchos regalos que abrir, aunque no se quejaba cuando era únicamente su abuela Patricia, su mamá y ella, pero no había tenido tantos en su vida hasta ese momento.

Después de ese día, disfrutaron de las pequeñas aventuras que de alguna u otra manera se estaban convirtiendo en una tradición, ya que era el segundo año consecutivo que las hicieron. Y, en el último día antes de que las chicas se fueran, adelantaron el paintball, donde Kara cumplió su palabra, impactó una bola de pintura en las nalgas de su hermana mayor, lo que hizo alargar un poco más el juego, porque Alex la había perseguido por todo el campo en busca de hacer lo mismo. Sin embargo, ambas tuvieron fingir inocencia, ya que casi la pelinegra ojiverde la descubre a su hermana menor, porque las miró como intentando descubrir algo.

En horas de la tarde, las señoritas CEO fueron a darle una pequeña visita al señor Dox, este se enteró por medio de su mejor amiga, Nia, sobre su accidente y con mucho amor le regaló por su recuperación, una pequeña canasta que contenía sus productos, más que todo, su sabor favorito de helado. Hasta preguntó cómo iban con su noviazgo, porque sí, el señor Dox era fiel lector de Danvers Magazine y las felicitó por su bella relación sólida contándoles por encima el cómo conoció a su esposa. Al despedirse la señorita Luthor no podía sentirse más plena o eso pensaba, en saber que se notaba la felicidad de ambas, no siendo para menos que, en cualquier lugar pasaban tomadas de la mano, riendo o dándose pequeños besos como complicidad ante una posible broma y pequeños celos que surgían en el momento.

Al día siguiente se encontraban terminando de alistar la maleta, eran las 6:00 A. M. Viajarían a las 8:00 A. M. La CEO Luthor se encargó de reservar el avión más próximo posible para no llegar tan tarde al continente europeo. Kara claramente estaba nerviosa, no por el viaje, sino por la pedida de mano. Quería que todo fuera perfecto, después de tantas y tantas cosas que han vivido y superado juntas era necesario para la rubia ojiazul que todo saliera de esa manera. Tenía que demostrar el valor del amor que se tienen, tal vez no en sentido monetario, pero en cada palabra que pronunciará al hacerlo y en el día que diga sus votos de amor. Por otra parte, la señorita Luthor no tenía ni la mínima idea de los planes de su novia, ella solo tenía pensado derrochar su amor sin impedimentos. Y, por supuesto, sin olvidar el compromiso tan importante que tienen con las futuras esposas. La ojiverde observaba con tanta vehemencia los movimientos del amor de su vida y esbozando una sonrisa cerró el zipper de su maleta imitando a la menor de los Danvers.

— Es hora, amor — le dijo suavemente la señorita Luthor acariciando su mano para bajar los escalones. Abajo estaban los señores Danvers listos para dejarlas en el aeropuerto, por eso madrugaron, tenían que abandonar Midvale para regresar a National City, pero esta vez directamente al aeropuerto.

— Nuestro primer viaje por el mundo juntas. Mi cámara está lista para retratar todos los momentos bellos y magníficos que tendremos — le comentó con una gran sonrisa entrelazando sus manos para hacerlo. No sin antes Kara le dio una última mirada al interior de su antigua habitación y soltó un pequeño suspiro cerrando la puerta. Sabía que después de esas vacaciones muy rara vez iban a dormir en esa habitación, quizá al tener sus propios hijos sería de ellos, en las tantas visitas que le harán a sus abuelos.

Cuestión De Amor [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora