Capítulo XXVIII

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Fue un viaje pesado, hermoso y cargado de momentos únicos que recordarán por el resto de sus vidas, pero este mismo llegó oficialmente a su fin, al tocar suelo estadounidense, precisamente en su hogar, National City. Lena seguía sin poder creer que, en aquel romántico país horas atrás, el amor de su vida le declaró todo la que sentía de una forma muy hermosa y llena de amor, de paso, pidiendo su mano de rodillas, realmente se sentía en un sueño, ese del que la mayoría de mujeres soñaba, uno en el que lo creía posible en dos o casi tres años. Sin embargo, el destino le demostró una vez más que estaba equivocada, nada es cuando se quiere, lo bueno siempre surge de manera imprevista y en el momento menos esperado. Una prueba de ello es cuando la conoció a la que hoy es su prometida Kara Danvers y, como particularmente una tormenta las unió en aquel año, hasta tal punto de no querer casi regresar a la normalidad por miedo a perder el contacto directo entre ellas mismas.

Por otra parte, Kara sentía aún la adrenalina en su cuerpo, sentía irreal todo lo vivido en aquel restaurante parisino, sí, estaba compartiendo las mismas sensaciones que la hermosa pelinegra, se sentía tan feliz, tanto así que sentía como si fuera producto de su propia imaginación que se encontraba jugando con ella, pero no era un sueño, ni ideas suyas, era completamente real, hasta podía jurar seguir escuchando en ella los aplausos de los testigos presentes. También recordaba como sus piernas llegaron a correr hacia esa joyería para estar de regreso a toda velocidad a la par de su entonces novia. En todo el regreso no paró de mirar el perfil de la pelinegra sin poder dejar de sonreír, sus mejillas casi le empezaban a doler de tanto hacerlo, caminaba de la mano con su prometida en medio aeropuerto, como si el tiempo ni el espacio existiera, algo que siempre les pasaba al estar juntas. Llegaron irradiando amor, como si estuvieran volviendo de una luna de miel espectacular, e incluso habían momentos en los que no podía apartar la mirada de ese tan significativo anillo que le dio, este descansaba orgulloso en su dedo anular y ella suspiraba llena de sentimentalismo y con el corazón saltando en cada latido que daba le dio infinitas gracias a Dios, por dejarse llevar por el instinto que le surgió en ese momento, porque este calzaba a la perfección con su belleza.

— Futura esposa mía, hemos llegado — bromeó Kara con amor masajeando su mejilla izquierda con su mano, no era mentira, realmente las mejillas estaban sintiéndose resentidas y podía jurar que en unos años sus arrugas alrededor de sus ojos iban a sobresalir más de lo normal. La CEO Luthor la miró enternecida soltando una pequeña risa acariciando el dorso de su mano con su pulgar en la misma posición que se encontraban. Le encantaba escuchar como la palabra esposa salía de sus labios, el solo hecho de salir de su llama gemela la hacía especial.

— Sí, cielo. Gracias a Dios lo estamos, aunque estoy más que segura de volver en un futuro, junto a mi bella esposa — le sonrió con la misma ternura poniéndose de puntillas para darle un tierno beso en su mejilla. La rubia alzó ambas cejas haciéndose la desentendida.

— ¿Esposa?, ¿está usted casada señorita Luthor? — comenzó a bromear con su típico formalismo, ese juego les empezó a gustar bastante desde siempre. Lena comenzó a reírse encogiendo sus hombros caminando ya sin tomarse de las manos, parte de su juego coqueto — Y, ¿se puede saber quién es su esposa? — siguió jugando acomodando su ligera chaqueta mirándola a los ojos bajando de vez en cuando su mirada a sus labios. La señorita Luthor se mordió su labio inferior para no reírse.

— Mhm, pues, tal vez la pueda conocer. Es una importante CEO en una revista aquí en National City. Además de ser sumamente sexy, amorosa, romántica... — le dijo en un tono suave, pero seductor para que solo ella escuchara comenzando a acercarse peligrosamente hacia su boca. La rubia se sentía envuelta entre las palabras, el perfume exquisito y la a cercanía de Lena a sus labios.

— Mhm, pues, déjeme decirle que su esposa cree lo mismo de usted, señorita Luthor. Espero que su esposa no se moleste si en este preciso instante la beso — no esperó ninguna respuesta, solo robó sus labios suspirando en medio del mismo y la pelinegra sin esperar nada rodeó con sus brazos su cuello para profundizarlo. Alzó un poco su mirada por inercia y visualizó a su familia entrando para recibirlas a pocos metros de ellas y se separó con lentitud para recuperar su respiración uniendo sus frentes — Recuerda, amor, les diremos esta noche de películas sobre nuestro compromiso, quiero que todos estén presentes — le susurró con amor dándole un pequeño beso en la mejilla. La señorita Luthor asintió con una sonrisa amplia mirando en la misma dirección que la menor de los Danvers.

Cuestión De Amor [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora