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"Te ves bien." •
•
• [...]
Tom Riddle.
Al abrir los ojos lo primero que me encontré fue con T/N dormida cara a cara conmigo. Su cabello estaba desordenado, su boca ligeramente abierta y por ella salía un poco de baba... Pero aún así me parecía linda.
Más bien, me causaba ternura, causaba un sentimiento que me hacía querer protegerla de todo y de todos... Ridiculo ¿no?
Sin pensarlo alce mi mano hacia su cabello y aparté de su rostro dos mechones rebeldes que le tapaban la cara, la aprecié bien por fin... Ella era tan... Frágil.
Comenzó a abrir sus ojos y rápidamente aparte mi mano y cerré los ojos fingiendo estar dormido, la sentí removerse en la cama y soltar un pequeño bostezo, lo siguiente que sentí fue sus dedos tocando mi rostro.
Pasó lentamente sus dedos por mi frente, mejillas, nariz, cejas, ojos y labios, estos últimos los acarició casi que con admiración... Sus dedos me tocaban como si de un frágil cristal me tratase, tan frágil que con el mínimo golpe se quebraría.
Jamás me había sentido así... Tan tranquilo y feliz con un simple roce de dedos con mi piel. Cuando apartó su mano de mi rostro sentí un gran vacío que me hizo sentir como casi siempre, solo, triste y molesto.
Abrí mis ojos y la vi de espaldas a mi apreciando la playa que se veía a través de las puertas corredizas que daban al balcón. —Te ves bien –dije.
Ella se dio la vuelta y me miró confundida, con ese típico ceño fruncido y su nariz levemente arrugada. —¿Qué?
—Te ves bien con mi camisa –volví a decir sentándome en la cama.
—Ah... ¿Gracias, supongo?
Solté una risa y rodé los ojos. Agarre mi toalla y caminé hacia el baño. —Hoy te toca pedir la comida a ti, candy
—Está bien –respondió y yo cerré la puerta del baño.
[...]
Luego de que ella se dio una ducha nos sentamos en el balcón a desayunar, ella como siempre evadiendo mi mirada y yo como siempre intentando ignorar su presencia. Le di un trago a mi jugo y la vi por unos pequeños segundos.
Su mirada estaba perdida en su comida y su ceño estaba fruncido. —¿Tom?
—¿Mmh? –formule mientras la veía.
—¿Usaste condon anoche? –preguntó.
Negué y mastiqué relajado. —No...
—¡Mierda! –se levantó exaltada y entró al cuarto buscando algo desesperada en su maleta.
