🦋 Capítulo 17

1K 128 108
                                    

Resoplo y me doy por vencida al ver qué mi madre no va a contestar mis llamadas. Guardo el teléfono en mi bolsillo trasero de mi jean azul. Me acerco a la ventana y me apoyo al hueco de la ventanilla. Contemplo el lugar, el atardecer aquí es simplemente mágico y la naturaleza se encuentra en su máximo esplendor.

Visualizo a Diego en la puerta de un bar hablando amablemente con una señora, se despide de ella y avanza. Al ver qué lo estoy mirando, se detiene y me mira serio.

Nosotros estábamos siendo consumimos por la tristeza pero no más que la otra. Lo sé, y sé que él también, pero supongo que ese era el plan del viaje.

Olvidarnos de todo.

Veo que tiene su mano izquierda escondida detrás de su espalda y ladeo la cabeza con el ceño fruncido.

—¿Qué ocultas?

—No lo sé —se encoge de hombros—. Comida tal vez.

Rio y veo que estira su mano lentamente dejando ver una bolsa de papas fritas y hamburguesas.

Siento como mi estómago gruñe.

—Cuidado —se acerca—. Se te está cayendo la baba.

—¿Q-qué? —lo miro sin prestar mucha atención.

Suelta una carcajada y rodea el coche y abre la puerta sentándose en el asiento.

—Toma —me entrega una bolsa—. Buen provecho.

Abro la bolsa y me meto una papa frita en la boca— Igual para ti.

[***]

Luego de aquella de gustosa comida, Diego me propuso ir al pueblo Nimbin que se encuentra a una hora de la ciudad de Byron Bay.

Acepte, solo estaríamos aquí hasta mañana y quería disfrutar lo más que podía.

—¿En qué piensas?

—Por primera vez en nada —respondí mirándolo.

Sonrió y asintió.

Agarro mi mochila que se encuentra atrás y tomo un pequeño lienzo y un lápiz.

Me acomodé mejor sobre la puerta quedando de frente y teniendo una mejor vista de él.

—¿Qué haces? —me mira curioso.

—No hables. Mantén la vista al frente —entrecierro los ojos—, y no me mires.

—Quiero hacerlo —me da una sonrisa torcida.

Reprimo mi sonrisa y enarco una ceja.

—Solo porque estoy conduciendo —alega.

Suelto una risa, y miro el perfil Diego. Empiezo a trazar líneas sobre el lienzo para darle forma a su rostro. Lo detallo; su mandíbula definida, su nariz, sus ojos marrones, sus cejas pobladas y sus labios finos y un poco carnoso, y su pelo castaño que le llega casi hasta los ojos.

Las comisuras de mis labios se elevan al ver la línea que me hace saber que está sonriendo levemente y, es todo lo que necesito para empezar a dibujarlo y es lo que me lleva en todo el transcurso del camino.

[***]

—Ya estamos cerca —habla.

Hago los últimos detalles y lo guardo en mi mochila.

—Bien —me estiro.

—¿Me dejarás ver el dibujo? —detiene el coche y me mira.

—Tal vez —me encojo de hombros—. ¿Ya llegamos?

Aprendiendo a Volar (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora