—Se te presentó una gran oportunidad —dice Elois, girando el pomo de la puerta de madera y entramos a la cafetería de Sydney.
—Lo sé, lo sé. —Tomamos asiento en la silla de madera que hace juego con la mesa y le echo un vistazo al lugar.
La cafetería fue fundada en 1999. La temática siempre fue la naturaleza; los pisos son de madera al igual que las paredes que estaban pintadas y otras llevaban dibujos de árboles y flores. Hay estanterías de madera, en donde se encuentran libros y en otras flores pequeñas. Los dueños tienen una casa en el bosque, no lo sabía, hasta que Evelyn me lo contó.
—Haydee —Elois llama mi atención, llamándome con su voz suave—. No tomes una decisión precipitada, piénsalo con calma y decide si quieres aceptar ser parte de esa campaña o no. Sé que salir a la luz bajo un anonimato es aterrador, pero oportunidades como esta no se presentan dos veces en la vida.
Miro sus ojos verdes, y pienso en lo que acaba de decir. Elois siempre supo decir las palabras correctas en los momentos donde sentía que me ahogaba. Nos conocimos en el grupo de apoyo que fui hace dos años, Elois tenía anorexia e intento suicidarse por el bullying que sufrió en el instituto. Superó la anorexia, los malos comentarios dejaron de existir y ahora es una mujer fuerte y digna de admirar.
Elevo las comisuras de mis labios y se saca su gorro de lana. Su cabello azul ondulado le cae por los costados de sus hombros, encima de su abrigo marrón. El azul hace que su tez morena le resalte. Elois tiene una belleza natural que no pasa desapercibida debido a que noto como algunos le echan una ojeada a la que ella no presta atención.
Estaba a punto de hablar, pero una voz ronca se me adelanto.
—Buenos días, señoritas —dice, animado.
Ambas lo miramos, y mi mirada se enfoca en su delantal negro que cubre su camiseta blanca y vaquero azul, lo que me hace pensar que trabaja aquí. Sigo subiendo mi mirada hasta encontrarme con unos ojos marrones que me miran curiosos. Su pelo castaño claro le cae por su frente sin tapar sus cejas pobladas, sus pómulos un poco marcados estaban un poco rojizos y sus labios finos y un poco carnosos adornaban una leve sonrisa.
Mi instinto me decía que lo conocía. Sin embargo, como nunca escuchaba mi instinto, lo ignoré. No podría conocerlo.
Asentí en forma de saludo y, desvíe la mirada a Elois, quien sonreía, pero su mirada estaba llena de curiosidad.
—¡Buenos días! —hablo, sacándose su bufanda del cuello.
El desconocido desvío la mirada a ella y asintió con la cabeza.
—¿Ya saben que pedirán?
—Café negro —dije sin mirarlo y fingiendo leer la carta en donde estaban todos los tipos de café y sus precios.
—Un capuchino, por favor —pidió Elois.
—Enseguida. —Escuché, pero cuando decidí mirarlo una vez más, ya estaba caminando de espaldas relajadamente.
—Interesante —murmuró.
—¿Qué es interesante? —Elevé una ceja y soné desinteresada.
—Como te miraba —Elois puso sus codos en la mesa y me miro con los entrecerrados—. Como si te conociera.
Me encogí de hombros y me saqué la bufanda del cuello que cubría mi buzo oscuro, la calefacción era buena aquí.
—Imaginaciones tuyas —tomé mi mochila y guarde la bufanda en esta—. No lo conozco y él tampoco a mí.
—Imaginaciones mías entonces serán —dijo con ironía.
Bufé con gracia y el mesero se acercó con una bandeja en la mano izquierda. Traté de buscar en su delantal si estaba su nombre, pero no había nada.
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Aprendiendo a Volar (REESCRIBIENDO)
Historia CortaHaydee se identifica con las mariposas, aquellas que están a punto de romperse, aquellas que quieren volar alto y aquellas que vuelan con las alas rotas. La desesperanza, el dolor y la culpa es lo que ocupa Haydee Clarkson en su día a día, convivien...