Luego de escuchar a Elois decir todos los insultos que existían en este mundo y de haberla visto tirarle los pelos a mi madre, nos marchamos de allí.
Ahora me encontraba en mi habitación mirando por la ventana, el cielo gris estaba teñido por destellos violetas. Le di una última calada al cigarrillo y lo aplasté sobre el cenicero que estaba a mi lado sobre una mesa de luz.
No volví a ver a mamá desde está mañana y dudo que hoy venga a casa después de lo sucedido.
Mi teléfono suena en un sonido corto, avisando que tengo un mensaje. Lo saco del bolsillo trasero de mi jeans negro y lo prendo, leyendo el mensaje de Baek.
Baek:
Estoy afuera.
Dejo el teléfono sobre la mesa de luz y tomo los lienzos de la mesa. Estas están envueltas con plástico de burbujas y están dentro de una caja de cartón. Le echo un vistazo a las tres cajas y me fijo en que la mariposa celeste esté pegada junto con una carta de agradecimiento.
«Todo correcto».
Salgo con cuidado de la habitación y sostengo las cajas pequeñas sobre mis brazos. Bajo con cuidado las escaleras y evito mirar los retratos que están pegados sobre la pared.
Los colores sombríos se ven más oscuros bajo la oscuridad, el frío en la sala se intensifica más, haciéndome caer en cuenta que no prendí la calefacción. Con una mano prendo la luz como puedo y avanzo al pequeño pasillo y abro la puerta principal.
Enseguida veo a Baek apoyado sobre su deportivo rojo mientras mira distraído sus botas negras.
—¿Qué tal si me echas una mano? —avanzo hacia donde está.
Al verme, enseguida se acerca y toma las cajas dirigiéndose a su auto y guardándolas con cuidado sobre el baúl. Lo cierra y se acerca a mí con una sonrisa tierna que hace que sus rasgos asiáticos se intensifiquen un poco más.
—Hola, pequeña —me abraza y su voz cantarina inunda mis oídos—. ¿Cómo va todo?
Me separo de él y suspiro por la boca avanzando hacia la casa e invitándolo a que pase.
—Todo de maravilla, Elisa no se cansa de decirme cuanto me ama —cierro la puerta y ruedo los ojos.
Baek bufa y me empuja juguetón el hombro mientras avanzamos por el pasillo.
—El sarcasmo te sienta bien —ironiza acomodando su pelo corto rizado.
Toma asiento apoyando sus codos sobre sus rodillas en el sofá modular y prendo la calefacción.
—Hablo en serio —me mira fijamente y su voz se volvió más seria.
Me abrazo a mi misma y camino sentando a unos metros de él.
—Todo sigue igual. Nada cambio, todo sigue como hace dos años —farfullo.
—¿Dónde está ahora?
—No lo sé —mi voz salió más débil de lo que pensaba.
Hubo un momento de silencio y vi como tensaba su mandíbula. Sé que esto le molestaba y le dolía. Baek antes solo entregaba los pedidos que le mandaba, pero con el tiempo las cosas se complicaban en casa y él notaba todo eso, es así como nos hicimos más cercanos y nuestra amistad se convirtió en hermandad.
Podría decir que, Elois y Baek hacen que mis días no sean tan oscuros.
—Ya pasará todo —inclino la cabeza.
—Haydee, tú sabes que eso no es cierto —murmuró, arrugando el entrecejo.
—Sé que puedo lograr que mamá vuelva amarme, yo puedo, sé que...
—Basta, por favor. Detente —se acerca a mí y me abraza—. Esto terminará por romperte más de lo que estas.
Me quedo mirando un punto fijo en la pared.
Quiero llorar, pero las lágrimas no salen. Lo único que siento es el desespero de mi alma por ser sanada, el dolor taladra en ella cada día. Jamás esperé sentir que aun viviendo, podía sentirme muerta por dentro.
—Ella no puede odiarme —susurro—. No puedo perderla a ella también, no después de...
Ni siquiera puedo mencionarla y un gemido de dolor sale mis labios.
Aquella noche estuvimos en silencio, abrazados y dejando que el silencio hable por si solo. Baek no dijo nada, él sabía que las palabras no servirían, pero si sabía que un abrazo era lo que podría sostener un poco a esta alma rota.
¡Hola, holaa!
¿Recuerdan a Zev? Bueno, él es Baek, solo que le cambié el nombre.
Las que leyeron "Aprendiendo a vivir sin ti" sabrán quien es, mientras tanto 🤫
¡Nos leemos!
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Aprendiendo a Volar (REESCRIBIENDO)
Short StoryHaydee se identifica con las mariposas, aquellas que están a punto de romperse, aquellas que quieren volar alto y aquellas que vuelan con las alas rotas. La desesperanza, el dolor y la culpa es lo que ocupa Haydee Clarkson en su día a día, convivien...