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Hacía una agradable tarde; el sol que alumbraba por la ventana estaba bajando y una leve brisa hacía bailar las blancas cortinas. Era una hermosa tarde para salir a caminar y disfrutar de un agradable clima.

Sin embargo, se encontraba en su escritorio, terminando de escribir las últimas líneas de la canción que presentaría la próxima semana.

Pero esa no era la razón por la que se encontraba tan sumergido en su tarea, pasando la tarde encerrado en su casa en vez de invitar al menor a una cita.

Tal vez esto sonará un poco cliché, o mucho, pero la verdadera razón por la que quería terminar la canción era porque se la quería cantar a Harry. No obstante, eso no era todo, no.

Se la cantaría pero para pedirle que fueran novios, sí, para que al fin tuvieran algo formal.

Pero no se alteren demasiado, aún faltaba una semana para eso.

Una semana en la que lo tendría que cortejar de la manera más hermosa y única posible. Aunque no se le ocurría cómo era eso.

De regreso a lo de la canción; la letra era muy cursi, no, muy no, era extremadamente cursi.

Había querido plasmar todo lo que sentía por Harry. Sin embargo, había resumido todo en unas cuantas frases, ya que si no lo hubiera hecho la canción duraría más de diez minutos.

Además de la canción, había planeado el lugar donde se lo diría, la decoración, la comida y lo más importante, que nadie llegara a interrumpirlos.

Había pensado en ir a un restaurante, pero descartó la idea porque quería que fuera algo íntimo y especial. Así que decidió que sería en su casa ya que era el mejor lugar; vivía solo en un edificio con una bonita vista al parque de la cuadra. Si creían que iba decir "bonita vista a la ciudad", pues no, él era un joven humilde y de no muchos recursos. Además se sentía cómodo en su hogar.

Una vez decidido el lugar estuvo pensando en la comida; pediría comida hecha al restaurante del centro comercial. Era comida decente después de todo. No le daría pizza o comida chatarra para esta ocasión.

Comida, listo.

La decoración.

Louis Tomlinson, un hombre no muy social y que no sabe cómo decorar o ambientar un espacio para este tipo de situación. No se le ocurría nada, llevaba pensando dos horas y sentía que era una pésima persona por no poder darle a Harry un regalo bonito.

Se fue por lo común y compró muchas velitas blancas pequeñas. Al menos tres docenas.

Las repartió por toda la sala; en la mesa habían dos velas largas, en el suelo, alrededor de la mesa había unas cuantas, en las repisas cercanas otras y en la entrada del salón colgó tres del techo, ni él supo cómo lo hizo, en cada una de estas habían pequeñas notitas.

La primera decía:

"Porque eres el ángel sin alas más hermoso que he visto."

La segunda:

"La persona más sexy y caliente según mi radar gay."

Y la tercera decía:

"Estoy perdidamente enamorado de ti, cariño."

Ubicó todo y movió algunas cosas que no le gustaban.

Al terminar, prendió las velitas, y como era de noche ya, pudo admirar cómo se veía todo con el lugar a oscuras.

Le gustó como se veía todo; las velas iluminaban la sala en los lugares necesarios.

Con todo ya listo, apagó y guardó las velas en la cocina.

Anónimo Enamorado - L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora