5. LORENA

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NARRA CHARLIE:

Mi sobrina y yo estamos en el salón.

- Vale, Vanessa. - la digo mientras está sentada en el sofá. - Lo que un mafioso nunca puede tolerar es la imprudencia. Todo tiene que estar planeado y si alguno de sus hombres cree que puede hacer lo que quiera, como quiera y cuando quiera, está muy equivocado.

- ¿Eres de esos que matan a sus empleados cuando hacen lo que les da la gana? - pregunta firmemente.

Se me forma una sonrisa de medio lado.

- No. Nunca he matado a nadie que no se lo mereciese. Pero debes tener en cuenta una cosa. Tú no matas, y si lo haces debe ser un caso especial.

- ¿Quieres decir que los demás matan por el jefe?

- Exacto.

- Me acabas de llamar jefa. - me dice sonriendo como lo estaba haciendo yo hace un momento.

- En cualquier momento lo serás, pero no ahora. Eres muy joven.

- ¿Joven? Tengo 18 años.

- ¿Acaso no piensas estudiar? ¿No piensas tener ninguna carrera universitaria?

- No lo sé.

- ¿Pensaste alguna?

- La que hizo papá.

- ¿Ciencias Políticas y Económicas?

Asiente mirándome sin estar muy convencida.

- Podrías hacerlo. - la digo. - Yo estudié Administración y Dirección de Empresas. Pero tú puedes hacer lo que quieras.

- La mafia no es una empresa.

- Por supuesto que sí, querida.

- Por supuesto que no. - me dice riéndose.

La miro como si fuese una niña inocente que no entiende nada, cosa que sé que la molesta bastante.

- ¿Acaso un jefe no dirige a sus hombres y planea todos los ataques, secuestros, tráficos... - digo haciendo una pausa dramática. - asesinatos...?

- ¡ME DIJISTE QUE NUNCA MATASTE A NADIE! - me chilla levantándose del sofá con los brazos en jarra.

- Y no lo he hecho. Pero la mayoría sí.

Ella suspira con alivio.

- ¿Acaso no quieres vengarte?

- Desde el principio siempre pensé en matarlos, pero yo no entiendo nada de armas, de asesinatos... Además, merecen vivir con el cargo de conciencia sobre lo que han hecho.

- Bueno, eso ya lo veremos. Por ahora, piensa lo que vas a hacer, estudia como si fueses a hacer algo que tenga relación con la carrera. Luego ya veremos qué pasa.

- ¿No me crees capaz de ser una mafiosa?

- Ahora no. - la digo. Ella pone mala cara y yo sonrío aún más. - Céntrate en tus obligaciones.

- No quiero centrarme en otras cosas que no sea mi venganza. ¿Acaso no lo entiendes?

Suspiro.

- Por supuesto que lo entiendo, pero no cometas el mismo error que yo.

- ¿Qué? ¿Qué error?

- Centrarme en mi venganza antes de tener una buena base universitaria.

- No me cambies de tema. - me dice tajantemente. Una jefa, igual que su padre. Una Grey. - ¿Cuál fue ese error? - me dice con tono entre curioso y autoritario.

- Vamos a ver... - comienzo a decir frotándome la cara. - No debería contarte esto ahora porque no tienes por qué saberlo ya, pero te lo diré porque si no, no vas a parar hasta que te lo suelte. - me mira con cara de orgullo. - Vale, yo era un joven universitario enamorado. Sí, Charlie Grey enamorado. Tu padre conocía a esa mujer y se caían muy bien. Yo la quería con locura y cuando ya comenzamos a trabajar, fue cuando tu padre conoció a tu madre. Los cuatro solíamos salir juntos a cenar, como los mejores amigos que éramos. Hasta que apareció Patrick. Siempre fue el mejor amigo de tu madre y se interesó muchísimo por mi puesto de trabajo. Quería contratarme, tenerme cerca. Pero no por mis labores, que era lo que pensaba al principio. Sino por mi mujer, Lorena.

>> Ella era la mujer más guapa que había visto en mi vida. La conocí en la facultad y nos casamos. Incluso quisimos formar una familia. Pero el hecho de que Patrick me contratase fue para poder ver a Lorena todos los días, porque era un salido de mierda. Porque me contó que estaba enamorado de tu madre y que no podía tenerla, que iba de mujer en mujer, como un picaflor. Al parecer mi esposa le dio curiosidad y quiso tener una aventura con ella. Lorena siempre rehusaba a estar con él. Cada vez que Lorena iba a buscarme al trabajo, Patrick la invitaba a tomar un café y siempre se negaba. Hasta que terminó llevándola a rastras a la cafetería de la empresa y la agredió, física y casi sexualmente. Consiguió salir de allí y correr hasta mi oficina. Estaba hecha un desastre, la falda medio rota, botones descosidos que a saber donde fueron a parar y algún que otro moretón en rostro, brazos y piernas.

- No tienes por qué seguir, Charlie. - me dice mi sobrina con cara de preocupación. Noto agua por mis mejillas y es entonces cuando me doy cuenta de que me he puesto a llorar. Me las limpio rápidamente, un líder no llora. Un mafioso no es débil.

Recupero mi postura firme y mi expresión fría como un iceberg.

- Dejé el trabajo para que Patrick no pudiese volver a tocarla, no quería que nadie más la hiciese daño. La amaba con locura y mi hermano lo sabía, pero nunca le conté nada de esto. Tu padre piensa que Lorena me dejó sin explicación y que se largó de la ciudad lo antes posible. Eso fue lo que le conté cuando me preguntó dónde estaba mi mujer.

- Si es lo que piensa papá seguro que es mentira.

- Lo es.

- ¿Entonces dónde está?

Retomo la historia antes.

- Lorena y yo comenzamos a ser felices sin tener a Patrick de por medio. Me busqué otro trabajo acorde con mi carrera. Ella también cambió, por si acaso Patrick sabía dónde se encontraba. Incluso trabajaba desde casa algunas veces para evitar peligro. No sabía dónde vivíamos. Estábamos a salvo.

>> Hasta que un día yo llegué del trabajo y vi que mi esposa no estaba. Supuse que se había ido al trabajo y que la habrían entretenido más de la cuenta. Cuando salí al balcón, para llamarla y preguntarla cuánto iba a tardar en llegar a casa, la encontré.

- ¿Cómo?

- Muerta, con un tiro en la frente.

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