1. ESTÁ AQUÍ

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NARRA SUSAN:

Joder. Ya la he cagado. Como siempre.

- Cariño... ¿Estás bien? - me dice Evan sujetándome el pelo.

- No... he arruinado la noche...

- ¿Te duele el estómago?

- No mucho. Solo tengo ganas de vomitar.

- ¿Quieres ir al médico?

- No.

Me froto la frente para quitarme el sudor.

- Lo siento. De verdad que no ha sido por ti. No quiero que pienses eso.

- No seas boba. No voy pensar eso nunca. Lo único que me importa ahora mismo es que estés bien.

- Gracias. - le digo a Evan agarrándolo de la mano.

- De nada, mi amor.

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NARRA CHRISTIAN:

Después de que Vanessa, Claire y yo terminásemos de cenar, nos pusimos a ver una película en el mismo salón. No es un lugar que suela frecuentar mucho, dado que siempre estaba en la oficina gestionando mis proyectos y organizando al personal. Ahora que lo pienso, Vanessa debería ser la heredera. Tiene alma y faceta de jefa, al igual que yo. Será una buena empresaria como su padre, y estoy muy orgulloso de ella. Aún así... no sé si es lo que realmente quiere. No puedo obligarla a hacer lo que es debido cuando hemos sufrido tanto. Si estuviese aquí Anna... ella sabría lo que hacer y me aconsejaría para no romper el corazón a nuestra hija.

En cuanto a Susan... tengo entendido que está estudiando para poder entrar en alguna universidad. Mas vale tarde que nunca, supongo. Llegaría muy tarde para heredar la empresa, así que la elegida sería Vanessa, sin duda alguna.

Estaba tan sumido en mis pensamientos sobre el futuro de mi hija y de la empresa que no me había dado cuenta de que Vanessa y Claire me estaban llamando.

- ¿Papá?

- ¿Todo bien, Christian?

Las miro con confusión. ¿Desde hace cuanto me había quedado pensando?

- Sí, sí. Todo bien.

- Estabas como en trance. - me dice Claire. - Eso pasa cuando... - dice pero se calla y abre los ojos y la boca en forma de O. - Oh, no...

- ¿Qué pasa ahora? - la pregunta mi hija.

- ¡Eso pasa cuando te abducen los extraterrestres!

Vanessa, que estaba en estado de alerta por si había pasado otra desgracia, se relaja y camina ferozmente hacia su amiga, la cual se aleja con temor de ella. Como era de esperar, mi hija alcanza a su mejor amiga para darla un capón.

- Vuelve a hacer eso y te doy más fuerte.

- ¿¡Qué!? - le dice como si no supiese qué ha hecho. - ¿Y si es verdad?

Mi hija la mira con una mueca que se convierte en una risa escandalosa, a la cual se le une una Claire teñida de rubia y pataleando en el suelo. Menudo escándalo están montando estas dos, pero, a decir verdad, no había visto a Vanessa reírse tan fuerte en la vida. Veo que se la escapan una lágrimas, aunque no sé si se tratan de la propia risa o que está llorando por Dereck.

Después del ataque de risa de las dos jóvenes, procedemos a empezar una película de miedo. Todo al principio es normal, como todas. Pero luego, a media película, ya veo a Vanessa y a Claire agarradas la una a la otra como si de repente fuera a salir la muñeca esa de la televisión. Y ahí es cuando se me ocurre una idea. Sin que ellas me vean, cojo al perro del suelo y me levanto con sigilo. No sé cómo no han podido verme. Creo que están demasiado atentas a no asustarse demasiado, pero sabiendo cómo es mi hija y su amiga, van a montar un escándalo. Al coger a Zeus, este se revuelve queriendo averiguar qué es lo que voy a hacer. Se queda quieto y ahí es cuando me pongo detrás de ellas, poniendo a Zeus entre sus caras. Agarro la pata del perro y la muevo un poco por el pelo de Vanessa para que se de la vuelta. Dicho y hecho, mi hija se da la vuelta y se queda paralizada por unos segundos al ver tan cerca al perro. Claire hace lo mismo que ella, se miran con los ojos abiertos como platos y empiezan a chillar y a saltar del susto, cayéndose finalmente al suelo. El pobre Zeus tampoco se esperaba esa reacción de las chicas, por lo que empieza a ladrar y a saltar queriendo salir de mis brazos para irse corriendo a su cama.

Yo, por el contrario, empiezo a reírme a carcajadas ante el numerito de las dos chicas.

- ¡PAPÁ TE VOY A MATAR!

- ¡TÚ DE AQUÍ NO TE ESCAPAS, GREY! - dice Claire al lado de mi hija.

Están enfurecidas. Tanto que juntas dan hasta miedo. Vale, no recomiendo a nadie pegarlas un susto. Las dos chicas vuelven a mirarse, esta vez de manera cómplice, saltan el sofá corriendo hacia mí. Yo por el contrario, empiezo a correr entre atemorizado y divertido por toda la casa. Joder, no sé para qué hago nada.

Esta vez, escuchamos un fuerte pitido, como una especie de alarma. Ahí es cuando todos nos asustamos a la vez. Pegamos un grito y me doy cuenta de lo que ha sonado. Desde que empezó la guerra con Patrick, mandé que abajo en recepción tuviesen un botón de emergencia para que en cuanto pasase algo extraño de lo que debiese enterarme sonase una alarma en el piso. Toco el botón que hay al lado de la alarma, justo al lado del ascensor, para comunicarme con Barrie.

- ¿Barrie? ¿Qué ocurre?

- ¡Es la Señora Grey, señor! ¡Ha llegado agotada y con algunos rasguños! ¡Se ha desplomado en la recepción!

Me quedo de piedra al escucharle. Además, me doy cuenta de que, al escuchar a Barrie por un altavoz, Vanessa y Claire lo escuchan todo, porque ya no corren, no andan. Nada. Estamos todos congelados.

Me doy la vuelta para mirar a Vanessa, que tiene los ojos como platos y con alguna lágrima.

Doy un puñetazo al botón del ascensor y este se abre inmediatamente, cerrándose al instante y bajando a toda velocidad. Camino por el gran ascensor más nervioso que nunca.

Por favor que esté bien, por favor que esté bien...

En cuanto se abren las puertas salgo disparado hacia el mueble de recepción buscando a Barrie, pero al ver que no hay nadie, me doy la vuelta y veo al portero junto a mi mujer, que está sentada en el sofá de recepción, agarrándose la cabeza.

Barrie me mira y se aleja un poco de ella para darme el espacio suficiente como para correr como una bala y arrodillarme ante ella intentando ver si su rostro está bien. Levanta la cabeza y me mira con lágrimas en los ojos, sonriendo al verme. La abrazo muy fuerte, demasiado, porque se queja de dolor. Me separo de ella sin querer hacerla daño y la agarro la cara con las manos. Noto que Barrie se aleja de nosotros y es cuando juntó su rostro al mío fundiéndonos en un beso necesitado, melancólico, pero tierno.

Por fin.

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