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El perro ladraba mientras bajaba del auto, corrió hasta mi como si me conociera de toda la vida. Me olfateó y luego de chequear que era alguien seguro levanto mi mano con su hocico húmedo para que lo acaricie y así lo hice. Era un enorme Border Collie con cabello largo y sedoso, podía notarse que pasaba por la peluquería más seguido que un humano promedio. Tenía el pecho, la boca y las patas color blanco, haciendo resaltar sus enormes ojos miel con manchas oscuras alrededor de ellos, sus orejas estaban relajadas mientras las rascaba con cariño. Me agache para ver la medalla plateada colgando del collar rojo en su cuello, estaba grabado con "Poly" y un número de teléfono. Por su nombre, pude notar que era una hembra... o tal vez un macho con nombre extraño.
Levante la mirada para ver a su dueña que bajaba de la camioneta con unos shorts y zapatillas casuales. Fue una salida digna de cámara lenta, como en una película de amor cuando el protagonista se encuentra con la hermosa mujer; así me sentía. Llevaba el pelo suelto, las mejillas sonrojadas por el calor que había levantado, otra vez, la lluvia de ayer, y un bolso de mano de algodón con letras en rojo que decía "No seas racista" y una carita feliz amarilla. Caminaba hasta mi con la cabeza gacha prestando atención a sus pisadas, apenas estuvimos a unos pasos la subió regalándome una linda sonrisa que hizo achicarle los ojos. Una punzada en el estomago me molesto cuando tuve el pensamiento de que se veía más linda de lo que recordaba.
Yo no podía pensar eso.
-Gracias por dejarme traer a Poly. Es una buena chica, no molestará. -Acarició la cabeza de su perra rozando mis dedos.
-No es molestia. Gracias por venir. -Me hice a un lado para que pasara y así lo hizo, susurrando un inaudible "permiso". El perro la seguía tranquilo. Cuando saltó del auto y corrió hasta mi creí que sería un desastre, lamentaría haberle dicho que podía traerlo si mi casa se volvía un chiquero, pero no era así, estaba tranquilo y la seguía a Nicole a donde vaya.
-¿Vives solo? -Preguntó viendo la cocina-comedor.
-Si, hace algunos años.
-Es una bonita casa. -Dejó la bolsa sobre una de las sillas y buscó algo dentro de ella. Me dediqué a verla, era realmente linda, me gustaba. Es decir, no como Maggie, no en ese sentido, pero me gustaba.
-Gracias. ¿Tu también vives sola?
-Si, por suerte. He vivido muchos años en apartamentos de modelos y finalmente ya no. -Levantó los ojos para sonreírme y volvió a bajarlos hacia su perro, que tenía la lengua más larga que lo que recordaba. Se agachó frente a él y puso agua en un tarro con una botella que había traído.
Los apartamentos de modelos eran lo peor que existían, según los modelos. Lo sabía porque tenía varias amigas en ese medio. Ellas debían vivir con desconocidos, en un departamento para una persona vivían tres, no comían y lidiaban con los problemas de sus compañeros de piso. Hasta algunas veces sufrían robos entre ellos porque no sabían exactamente con quién estabas viviendo, la agencia de modelos te llevaba hasta allí para hacer trabajos de principiante y las quejas por las formas de vida no eran opción si querías seguir en el rubro.
