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Nicole.
La tercera vez que me medían en la semana. Necesitaba un descanso, estaba mareada y juraba que había perdido más pelo de lo normal este último mes. Había sido una tortura y mi agencia estaba desesperada por el trabajo.
-Prada te quiere para el desfile de esta temporada, pero necesito que bajes entre dos o tres centímetros para la semana que viene.
-Bajé varios centímetros el mes pasado. -Junté las manos nerviosas frente a mi cuerpo. Él las separó para seguir midiendo.
-Si. Pero creo que los has vuelto a subir.
Simplemente asentí porque sabía que era casi imposible, debía hacer la dieta de dieciocho horas de ayuno y un almuerzo liviano. Cada vez que hacía eso no tenía energía pero, sabía que era necesario para ese preciso momento. Estaba sola en esto y si lo arruinaba, estaba afuera. Dependía totalmente de la agencia.
El chico midió mi cintura, pasando el metro por mi piel desnuda. Suspiré mirando hacia arriba. Midió mi cadera, brazos, muslos, cuello, hombros y me revisó los huesos de la cadera y clavículas. Simplemente dio un asentamiento con la cabeza, haciéndome entender que ya estaba lista. Me recordó los centímetros que debía perder en la zona del abdomen para el desfile.
No me puedo quejar. Es mi trabajo.
Al salir de allí fui al gimnasio inmediatamente, intente sudar todo lo que podía, corrí en la caminadora durante cuarenta minutos. Vi borroso cuando una mujer de mediana edad me pidió una fotografía y sabía que ya era hora de irme. En el camino a casa, telefoneé a mi entrenador para consultarle alguna rutina rápida de esa semana dándome algunos tips para resultados más rápidos, aunque me desanimó cuando mencionó que era prácticamente imposible. Él era un buen tipo, siempre me recomendaba lo que funcionaba y advertía sus consecuencias o intentaba evadir que lo haga dándome una rutina menos invasiva. Nunca probaba esas, pero las tenía en cuenta. Gianni era el típico robusto que usaba sudaderas sin mangas y shorts pequeños para que se le vean bien los músculos, tomaba complementos para mejorar su rutina. Si no lo conocieras daría miedo. La cuestión es que era el hombre más dulce que había conocido. Siempre me sentía segura y confiada a su lado, me daba buenos consejos, se preocupaba por mi como si fuéramos los mejores amigos. Solo lo veía una vez cada tanto tiempo, tampoco sabía mucho sobre su vida, solo que tenía una hermana llamada Rose y le gustaba mucho el pastel de vainilla. No podía considerarlo un amigo pero sabía que si le pedía un favor, lo haría sin dudar.
Al llegar a casa, use mi corsé durante varias horas. Para las cinco de la tarde ya debía tener mi primera comida, opté por algo líquido. Siendo más fácil de digerir. Mezclar varias cosas verdes con un poco de agua en una licuadora era más fácil que masticar. Pensé seriamente en utilizar la Fentermina que estaba guardada en el cajón, esa píldora que me hacía perder el apetito por completo. La última vez que la había usado, hace unos meses, tuve un terrible colapso. Al cuál a la agencia no le gustó mucho. Tenía que hacerlo por mi misma. Esa pequeña píldora era mi salvación en mis peores momentos, podía pasar dos días completos sin tocar alimento, era ideal para la pasarela.
