Extra | Riza

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Preparen los pañuelos

Riza

Amo los cubos de rubik. Un desafío complejo que se envuelve en un pequeño paquete. Hay miles de maneras de armarlo y desordenarlo. Gustosamente aprenderé todas ellas. Total, tiempo de sobra tengo.

Usualmente armó uno cuando estoy estresado, como lo es en este momento.

Atalía y Amadeo acaban de irse a la cabaña. Tengo miedo por lo que les pueda pasar pero confío en que Atalía le pateara el culo a quien se le atraviese.

Termino de armar el cubo y suspiro resignado. Decido salir de mi habitación para vagabundear un rato por la casa.

Me encuentro con Raziel saliendo del gimnasio mientras se frota una toalla por la cara.

Enarca una ceja — Yo entreno y tú armas cubitos arcoíris, así nos balanceamos, niño bonito.

Ruedo los ojos con hastío — No son cubitos.

Él sonríe y despeina mi cabello en un gesto fraternal — Ellos van a estar bien ¿Lo sabes, cierto?

Asiento como un niño pequeño — Lo sé, Walden.

Ríe ligeramente — Tenias tiempo sin decirme así, Wubbzy.

Solemos llamarnos así por una vieja caricatura infantil.

Me encojo de hombros — ¿Y si me cocinas algo rico? — Bato mis pestañas. Raziel cocina como un puto dios.

— Joder, ese truco te sigue funcionando — Ríe —. Espérame en la cocina, iré a darme una ducha. Parezco un marrano sudoroso.

Estallo en una carcajada — Apestas hermano — Digo haciéndolo reír.

Él camina hacia su habitación y yo me dirijo a la cocina.

Escucho a alguien tarareando una melodía, es Galileo mientras cocina algo que huele delicioso.

Se encuentra vestido con un jogger gris que resalta muy bien su culo y un suéter del mismo color.

Arrastró una silla del mesón de la cocina llamando su atención y me siento.

Galileo me mira sobre su hombro y guiña un de sus hermosos ojos que deslumbran su encanto natural. Devuelve su vista a la sartén y vierte el contenido sobre un plato. Toma asiento enfrente de mí.

— ¿Alguna anécdota para contar, niño bonito?

— Nada muy interesante, Gal.

Él sonríe. Su sonrisa es extremadamente cautivadora.

Galileo es simplemente Galileo, no hay palabras para describirlo. Aquel encanto natural que desborda no es normal y entiendo muy bien lo que vio Renjy en él.

Suspira — Al igual que tú y todos en esta casa le agarre cariño a Atalía, así que también estoy preocupado por Amalía, pero ella está muy bien entrenada, Riza.

Frunzo el ceño y asiento — ¿Amalía?

Se encoge de hombros — Así los llamo, pero no le digas a Amadeo, que es capaz de patearme el culo si se entera.

Resoplo — Claro, y no queremos que Amadeo lastime tu grandioso culo — Escupo rápidamente y me arrepiento de inmediato. Siento mis mejillas sonrojarse.

Enarca una ceja divertido y sonríe a medias para dirigir su atención a su comida.

Siento un silbido acercarse. Se trata de Renjy.

Heredera Del Infierno #1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora