convertidor catalítico del dolor/un vaso de vodka.

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El vaso de Vodka tintineo en mi mano como si se tratara de un instrumento agradable y musical. Adentro, el líquido se movía de un lado a otro, reflejando mi cara, mi verdadera cara.

Mi padre dijo que la vida me iba a golpear, que no tenía mucha suerte y que siempre sería un tonto que iba a crecer mucho para ocupar espacio. Cuando tenía siete, antes de irse con una mano llena de sangre, me miró por encima del hombro y no se detuvo. ¿De quién era la sangre? O, ¿Era solo el dolor de verlo irse lo que me pareció que teñía la escena de rojo?

Él se había ido y ella también. Todo se iba, ¿Qué valía la pena entonces? Fue ahí cuando terminé el vaso de vodka y sin dejar de reírme, me serví otro.








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—¿Vas a seguir mirando esa puta foto, Nick? —escuché detrás de mí, saliendo de mis pensamientos. Volteé, molesto, con la cara contraída en una mueca de rabia. Si, iba a seguir mirando la maldita foto por todo el tiempo que quisiera, y nadie iba a decirme nada.

—¿Cuál es tu problema, Chris? —pregunté, incluso aunque sabía perfectamente cuál era su problema últimamente. Él me miró con lástima antes de bajar la cabeza, odiaba la condescendencia de su mirada y la manera cuidadosa con la que me trataba a veces. Era mi mejor amigo, pero en ese momento habría querido romperle la cara tan solo para que no pudiera verme así nunca más.

—Ya son cinco meses —dijo.

—Y seguro van a ser seis, siete —respondí—¿Qué más da?

—Eso te hace daño. Volviste a la universidad y tienes que concentrarte en esto, es importante —respondió Chris, apartando mi teléfono con la mano. —Y por favor deja de mandarle mensajes.

Aquello me hizo sonreír. De repente me sentí eufórico, lleno de una risa extraña.

—Este número ya no existe, jamás va a verlos.

Nick suspiró, se levantó del sofá y se dirigió al cuarto de baño sin decir nada más. Al quedarme solo, me sentí miserable y vacío. Miré la pantalla del celular y observé de nueva cuenta la lista de mensajes enviados que jamás habían recibido respuesta, a veces, le escribía párrafos largos llenos de reproches. Ella nunca contestó.

Releí el último, con una fecha de solamente hace un par de horas mientras Nick y yo habíamos estado jugando con la consola. Me tomé un descanso para recordarla y la sola imagen de aquellos mensajes me había hecho sentir mejor, era como si, de cualquier manera, aún la tuviera cerca de mí para contarle cualquier cosa que sucedía en mi vida. Ella me miraba, con desaprobación, a veces con desinterés. Ella me callaría con un beso para que dejara de hablar de cosas que no le importaban, porque al final del día, ese era el asunto con ella.

Que nunca nada le había importado, mucho menos yo.


*******


Aquella tarde, Chris me forzó a bañarme y a asistir a la primera clase después de medio año de no ir a la universidad, si debía de admitirlo, la experiencia me parecía fastidiosa y un poco innecesaria, pero mi madre también había insistido y quizá lo mejor era que de una vez por todas viviera de mi propio dinero, de mi esfuerzo.

Solo que nunca había sido esencialmente bueno esforzándome para hacer nada. Caminé por los pasillos conocidos, vi un par de rostros del pasado e inevitablemente, la busqué a ella. Miré por todos los rincones para encontrar tan solo un poco de su aroma, para sentir que como todo en mi mundo, este lugar estaba lleno de ella y eso iba a hacerme una mejor persona. No fue así.

Querido Nicholas,Donde viven las historias. Descúbrelo ahora