Recuerdo todo demasiado bien como para poder olvidarlo jamás. Aquella mañana Mateo portaba unas delicadas gafas, sus mejillas recobraban lentamente el color. Poco rastro iba quedando de mí. En las ultimas dos semanas le había dejado en paz tal como me lo había pedido. Se notaba mas tranquilo, y yo, en cambio, lloraba constantemente.
No me avergonzaba ya el llanto, o el dolor. Llorar porque lo amaba profundamente era la mejor liberación que hubiese sentido nunca. No me miraba, y dentro de mi cada vez que me ignoró fue un castigo tremendo.
Aquellos ojos bonitos incluso llenos de lagrimas y de dolor. De la boca donde salieron canciones ahora solo aparecen gusanos. Recuerda que nunca jamás te abrirá las puertas.
Terminé las clases del día y caminé por la universidad sin rumbo alguno. Pasaría por el gimnasio mas tarde. Respondería aburridos correos en la noche. Estaba decidido a regresar a Londres luego de la universidad, donde unos amigos del tío James tenían una firma y necesitaban un contador para mediados del año siguiente. Nada me ataba ya a los Estados Unidos. Había perdido a mis amigos, al amor de mi vida, e incluso me había perdido a mí mismo en algún momento.
Nunca iba a superar su perdida, y jamás dejaría de anhelarlo como lo hacía. Los observé caminar juntos, a los tres. Hannah, Chris, Mateo. Todo lo que eran y lo que podían ser, nunca estaría para observarlo. Y yo pasaría la vida entera pidiéndoles que me perdonaran. Era alejarme de ellos lo mejor para todos.
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Eran las dos de la mañana cuando el timbre de la puerta sonó de manera estruendosa. De repente, sentí que algo estaba irremediablemente mal. Las sorpresas de madrugada nunca son buenas. Una mata de pelo negro, empapada de pies a cabeza me observo desde el otro lado de la puerta. Trague saliva, nervioso.
—Katharine.
Ella sonrió. Algo oscuro se dejo ver entre su sonrisa, algo medianamente perverso que nunca había notado antes. Me miraba de manera desordenada, como si buscara algo que no puede encontrar. Se metió en la casa sin que yo la invitara siquiera.
—Pensé que te gustaría una pequeña sorpresa.
No me gustaba, de hecho, odiaba verla. Estaba frente a mí la razón de todos mis problemas, y a la vez de todas mis alegrías. Sin ella nunca habría conocido a Mateo, sin su parecido jamás nos habríamos cruzado, y al mismo tiempo, saber que se parecían tanto era enfermizo. Como si Katharine fuera su versión pagana.
—¿Qué demonios haces aquí?
—Ya te lo dije, es una sorpresa.
—No me gustan las sorpresas.
Ella sonrió.
—Te gustaban antes. Solía hacer esto todo el tiempo.
—Es demasiado tarde, así que, dime que necesita y vete, por favor.
Se sentó de manera despreocupada en el sofá de la sala. Toco con cuidado el marco donde antes había una foto nuestra. La misma foto que Mateo había pisado.
—Veo que no conservas nuestros recuerdos. Es una pena.
—Eso es ridículo, Katharine. Te casaste hace dos meses, tu primo me lo dijo. ¿Por qué guardaría cualquier recuerdo tuyo?
—Porque me amas —dijo, con otra sonrisa. La oscuridad no ayudaba, había algo incorrecto acerca de ella, de su postura, de su manera de mirar.
—Eso...eso fue antes, Kat. Ha pasado demasiado tiempo.
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Querido Nicholas,
Storie d'amoreCuando Nicholas termina la única relación en su vida que lo ha hecho sentir vivo, se refugia en el alcohol y está dispuesto a hacer cualquier cosa para olvidar a su exnovia. Y entonces conoce a Mateo, tan tímido e inocente como para ser irreal. Nic...