Tener a Mateo encima de mí fue casi como respirar de nuevo. Con aquellos ojos grandes, inocentes y llenos de bondad. Todavía no sé lo que encuentra en mí, no cuando me he dedicado a hacerlo sentir mal. Aquella mañana parecía decidido a hacer que perdiera la cabeza por cualquier cosa que hacía, volvió a ponerme en su boca y cada vez lo hizo mejor, cada movimiento me recordó porque había sido prohibido para mí toda la vida. Dios, iba a explotar si no se detenía un poco.
Lo coloqué de nuevo encima de mí y me toco todo el cuerpo con curiosidad. El pecho, me resalto con el dedo los tatuajes y sonreía, Mateo siempre sonreía. Le dije al oído que me moría por estar en su interior y eso hizo que se pusiera curiosamente rojo. Me bajo por si solo el elástico del pantalón y jugo con mi hombría todo lo que quiso. Me toco y me exploró hasta que pareció sentirse cómodo conmigo, no como la primera vez, ni la segunda...donde yo había tomado el control de la situación por completo. Esta vez él fue quien se encargo de todo. Por un momento, un bicho horrible se me metió en la cabeza al pensar que quizá podría haber estado haciendo esto mismo con alguien más. Y ese pensamiento me pareció punzante y amargo. Ese pensamiento me hizo recordar que Katharine había hecho lo mismo...Él, entonces, me sacó de mis pensamientos con una sola carcajada. De repente estaba riendo con mucha fuerza encima de mí, no supe que lo hacia tan feliz, pero esa energía me hizo ser feliz con él. Admito que me arrastró de inmediato a una dimensión desconocida con aquella risa suya, tan sincera. Y de repente dejo de importarme que pudiera haber estado con su profesor o con cualquier otro hombre, pero solo quería que compartiera aquellas risas conmigo.
—Nick...—llamó, yo saque mi cabeza de su cuello y le observe el rostro sonrojado. Le había bajado la ropa interior pero aún vestía una camisa, tenía el cabello negro revuelto, las mejillas sonrosadas.
—¿Qué pasa? —pregunté. Yo estaba desnudo completamente, y me estaba volviendo loco de rozarme contra su trasero. Pero era importante que tuviera paciencia, que Mateo se llevara solo y que decidiera si esto era algo que quería hacer conmigo o no.
Me tomó la mano que tenía depositada en su cintura.
—¿Puedes...ayudarme?
—¿Con qué?
—A q-que no duela.
De solo escucharlo me puse mas duro. Maldición, si, si, Lo que me pidas.
Él solo se llevo dos de mis dedos a la boca. Los retiré cuando sentí que era suficiente, introduje uno en su interior con cuidado y él dio un pequeño brinco seguido de un gemido. No dejo de mirarme, asintió y yo comencé a moverlo. Minutos después, el segundo. Y aunque estaba a punto de explotar, no iba a parar hasta que él me dijera que estaba listo. Me deleite con su imagen, con la manera excitante en la que cerraba los ojos y gemía bajito, pero sin poder contenerse. En un movimiento rápido le saqué la camisa y me puse a jugar con sus pezones. Sentía su erección el estómago, estaba igual de excitado que yo. Se quedó quieto un momento y me miró a los ojos, había sacado un condón de mi pantalón y Mateo lo señalo con la mano, de inmediato, con una prisa y una ansiedad extrema aprisionándome el pecho fui a ponérmelo. No deje de tocarlo porque en ese momento, separarlo de mí habría sido como morirme. Retiré mis dedos de su interior y él se mordió el labio.
—Creo q-que estoy listo. —susurró. Yo asentí.
Mateo se acomodó entre mis piernas y se alineó a si mismo con mi erección. Lo vi cerrar los ojos al principio y lentamente, a su ritmo y con un vaivén casi agónico se sentó por completo encima de mí y yo sentí que iba a correrme allí mismo. Respiré y le pedí que no se moviera por un momento. De repente estaba de vuelta a mi habitación a los dieciséis años cuando sentía esta electricidad recorrerme por el mínimo gesto. Contenía la respiración y yo le abrace la cintura, le bese el cuello hasta que sentí que comenzó a moverse. ¿Cómo podían ser las mismas personas el niño que me había ofrecido un poco de pasta y el que se estaba moviendo así conmigo en su interior? Maravilloso como pocas cosas en esta maldita vida. Lo deje ser, lo deje ir y venir y deje que me llevara a donde quisiera, y así debería haber sido siempre. En mi afán por tener el control, no me había dado cuenta de que, para esto de las sensaciones, lo mejor era confiar en alguien que no estuviera tan roto como yo mismo. Allí entendí que si alguien tenía poder entre nosotros era él.
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Querido Nicholas,
RomantizmCuando Nicholas termina la única relación en su vida que lo ha hecho sentir vivo, se refugia en el alcohol y está dispuesto a hacer cualquier cosa para olvidar a su exnovia. Y entonces conoce a Mateo, tan tímido e inocente como para ser irreal. Nic...