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HERMIONE HABÍA AMANECIDO ESE DÍA CON CLARAS MUESTRAS DE HABER PASADO UNA MALA NOCHE. La bebé había quedado alterada luego del susto pasado por el ataque y no paró de moverse hasta bien entrada la madrugada. Además, la caminata hasta un pequeño hotel en las afueras Londres le había provocado fuertes dolores de espalda. Había tomado un té antes de acostarse para relajar los nervios, pero no le había servido de mucho.

Ahora estaba sentada en un sillón del cuarto y bebía otra taza de té mientras cavilaba la mejor forma de buscar ayuda. La verdad es que no sabía qué hacer, si buscar a Draco o a sus amigos. Luego de un rato, decidió que lo mejor era contactar a alguien de la Orden o a los aurores del Ministerio de Magia.

A pesar de la mala noche, se había levantado temprano pues quería salir a buscar ayuda después del desayuno, aunque su padre seguía renuente de dejarla ir sola. Habían visto todos los noticieros y en ninguno los mencionaban como desaparecidos. Los aurores habían hecho un buen trabajo en ocultar el ataque de los mortífagos entre los muggles.

"Papá, debo ir sola", le insistió nuevamente. "Ustedes se quedan acá en el hotel. Vendré a buscarlos o enviaré a alguien. Alguien de confianza y debe preguntar por crookshanks, ¿de acuerdo?"

Finalmente, su padre accedió a que fuera sola. Le dolió en el alma verla salir del hotel, caminando como pato con su abultada barriga, pero con mucho pesar comprendió la postura de Hermione: él no podía hacer magia y en un momento de tensión, ella buscaría protegerlo convirtiéndose más en un estorbo que en una ayuda para su hija.

El frío de la mañana era intenso y mientras tomaba el subterráneo, Hermione pensaba en cómo enviar una lechuza que alertara a sus amigos de su ubicación, pero no sabía dónde comenzar. Su primera opción fue el Ministerio de Magia. Si lograba entrar y llegar a los aurores que eran parte de la Orden, ella y sus padres estarían a salvo.

Se había acercado con mucha cautela, miraba a todos lados sintiendo la presión de quien espera ser atacado en cualquier momento. Trataba de no perder cualquier detalle que le alertara del algún peligro. La ventaja de llevar tan aguzados los sentidos fue que pudo divisar la imponente figura de Lucius Malfoy a unos metros de la cabina telefónica que llevaba al Ministerio.

"Mierda, ¿Y ahora qué hago?", pensó en un apuro. Bien, el ministerio quedaba de momento descartado, así que se dirigió a la segunda opción: San Mungo, pero la situación no fue diferente. Le estaban cortando el acceso a todos los lugares mágicos que tenía a mano.

Suspiró con frustración, pero una fuerte determinación se estableció en todos sus sentidos. Descartado San Mungo, se dirigió al Caldero Chorreante. De plano sabía que encontraría mortífagos a su entrada, pero ese día establecería contacto con alguien de la Orden, ¡Eso era seguro! Como que se llamaba Hermione Granger y si no lograba entrar al callejón Diagon, aunque fuera andando y le llevara varios días, iría a La Madriguera.

TRAZANDO EL DESTINO, dramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora