18. Malas Interpretaciones

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Florencia:

—Florencia...Florencia.. —Escucho una voz lejana y al abrir bien los ojos, me doy cuenta que estoy sobre el suelo, mientras mis compañeros me rodean algunas dándome aire con las servilletas. —¿Te encuentras bien?

—¿Ya reacciono?

—Acaba de reaccionar.

Parpadeo e intento levantarme, me ayudan a ponerme de pie y me siento un poco mareada y aturdida, no los escucho muy bien.

—¿Florencia?

—Estoy bien, solo.. —Me llevo una mano a la cabeza. —Es fatiga. Puedo.. Regresaré a trabajar.

Ayer no dormí las ocho horas que sueño dormir a diario.

—Claro que no. —Dice el dueño. Los ojos se me abren. —Te ves bastante mal y si te desmayas una vez más asustadas a los clientes .

Giro la cabeza, en efecto, nuestros clientes han visto mi espectáculo. Trago saliva y me vuelvo hacia mis compañeros, quienes empiezan a entrar en pánico.

—¿Si ella se va quien hará los batidos?

—Nadie lo hace mejor que Florencia.

—Lo harán ustedes. —El dueño les señala, vuelve a mirarme a mí. —Ahora, ve a casa.

Se retira y mis compañeros vuelven a preguntarme si estoy bien, aseguro que sí.

—¿Tienes quién te lleve a casa?

Separo los labios y en ese momento veo una camioneta extraña estacionarse en la entrada de la cafetería y a quien también veo salir de ahí es Alister.

Mis labios se separan y mi boca sola responde.—Si, lo tengo.

Acepto la orden del dueño y me despido de mis compañeros, tomo mis cosas y salgo de la cafetería, encontrando a Alister y ni bien lo observo, me detengo de golpe en completo shock por lo que lleva puesto.

Mis ojos lo recorren, desde esos jeans desteñidos a esa chaqueta de cuero de chico malo y que lo hace ver muy gracioso. Alister también lleva unos lentes oscuros, que los sube al verme.

Me río. —¿Qué?—Parpadeo confusa y miro a ambos lados.—¿Dónde está tu coche?

—No lo necesitamos hoy y si lo hubiera traído no podría mostrarte esta belleza.

¿Belleza?

Creo que habla de la camioneta, pero veo que me he equivocado cuando quita el cobertor que esconde algo debajo, en la parte trasera y para mi sorpresa sí que esconde algo.

Me vuelvo hacia Alister, quien está sonriendo.

—Deseo número uno.—Me indica levantando el dedo anular.

Montar una motocicleta.




(***)





Después de casi una hora de viaje, Alister estaciona la camioneta en una zona de carreteras, no hay pistas, solo tierra sobre nuestros pies.

—Llegamos, es el lugar perfecto.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora