29. Amor no Correspondido

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Claudia:

Camino en dirección a la habitación, con los brazos de Zed rodeándome la cintura por detrás, tengo una sonrisa de adolescente en la cara y riendo damos pasos juntos hasta detenernos al borde de la cama.

Y en medio de eso trato de no concentrarme en lo que me ha dejado esta noche.

No me giro, pero siento como retira mi cabello hacia un lado, su boca se ubica en la parte trasera de mi cuello y sus dedos calientes viajan al cierre des vestido, casi enseguida ya no siento mis pechos apretados en la copa y empieza bajándome las tiras.

Cierro los ojos disfrutando de su toque y levanto la mano hacia su cabello cuando empieza con sus besos sobre mi cuello otra vez, aunque ahora hasta llegar al centro.

—¿Cansada?.—Pregunta con voz ronca.

Suspiro.

—Eso es un sí.

—Para el sexo nunca estoy cansada.—Admito y me giro a bajarle los pantalones. 

Siento todo el peso de su mirada sobre mí cuando me agacho y le quito el cinturón para pasar a liberar su erección.

Grande, hinchada y lista para mí.

La boca se me hace agua de solo verlo, levanto los ojos y me muerdo los labios provocándolo con la mirada, mientras lo sostengo en mis manos, aun viéndolo llevo la punta a mis labios y le doy una lamida delicada, para luego meterlo en mi boca como una experta.

—Mierda.

Chupo tres veces, agujerando mis mejillas y lo saco para seguir con las lamidas repetitivas por el largo de su pene, continuo con el mismo proceso inicial antes de empezar a mamarlo, mi saliva cubre su amigo dentro de mi boca y el largo golpea mi paladar, la mano de Zed me sujeta el cabello en un moño y comienza a empujar mi cabeza, consiguiendo que vaya más hondo y yo blanqueo los ojos recibiendo todo lo que mi boca alcanza.

Retiro la boca, dejando su pene ensalivado y duro, saboreo lo que aún hay dentro de mi boca, pero como si ella misma lo extrañara, me lo meto otra vez dentro.

Chupo con más fuerza y me lleno de el hasta acabar con mi hambre sexual, los pezones se me ponen duros en el proceso y mi vagina se llena de crema femenina, junto las piernas aguantando mis ganas, diciendo que esperen un poco más y cuando menos me lo espero, recibo su derrame dentro.

Zed gruñe excitado y no me lo saco hasta comerlo todo, retiro los labios y paso la lengua por el residuo manchado en su glande. Me pongo de pie otra vez, mientras el echo le sube y le baja, sonrio mordiéndome el labio y el me devuelve el gesto.

—Joder, eres increíble.

Su boca se impregna sobre la mía y me lleva a la cama, donde continuamos nuestro acto sexual.







(***)







—Entonces eso dijo...—No sé cómo Zed me logro sacar la información, pero supongo que me pongo débil después del sexo.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora