35. Confesión

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Florencia:

—Estírense... Sientan que son una pluma. —La maestra de Yoga se inclina hacia atrás con las manos en las caderas y separa los pies. —Ahora hacia adelante.

Se inclina en posición contraria a la inicial, todo su cuerpo hacia adelante y las mujeres mayores a mi alrededor le siguen el paso.

Conocí este lugar en mi segunda luna de miel con Nathan, alejado del mundo exterior y lejos del ruido, con una vista al anochecer espectacular, pacífico y lejano a los problemas que pudiera tener.

Me contacte con el lugar antes de mi viaje con Alister y más allá de encargarme de lo que tenía para él, retire una buena suma de ahorros, que me mantendrá aquí hasta donde yo lo desee. Estoy bien con eso, aunque en ocasiones hubiera preferido despedirme de mis amigas, sé que no hubiera aguantado ocultarles la verdad teniéndolas cara a cara.

Así que por primera vez no me siento mal por ser egoista. Ellas están pasando por un buen momento en sus vidas, Roxanne con Benedic y Claudia con Zed, no me necesitan y Alister tampoco, después de lo que hice sé que no me necesitara.

Muevo el cuello de un lado al otro antes de realizar la actividad y me apoyo sobre mis manos, mientras mi mirada boca abajo esta entre el hueco de mis piernas, resisto lo que puedo y siento que la sangre me sube a la cabeza por la posición, pero termino palideciendo.

Palidezco al reconocer los pies, esos zapatos y lo confirmo cuando el dueño de ellos se inclina a observarme por el hueco entre mis piernas y mis ojos se agrandan con la imagen visual y seria antes.

—¿Qu-

Caigo hacia adelante, las mujeres que hacían yoga conmigo se voltean a verme, incluso la profesora, pero yo solo lo miro a él.

A Alister.

Se incorpora mirándome de frente y la seriedad en su rostro continua, mientras yo no salgo de mi sorpresa.

¿Por qué?

¿Qué hace aquí?

Vine aquí para pasar mis últimos momentos, no quiero que él.

—Señor...—Esa es la voz de la profesora a mis espaldas, Alister dirige su mirada hacia ella y yo no la aparto de él. —¿Es nuevo en la clase?

Vuelve a mirarme. —Necesito llevarme a una de sus estudiantes.

Las mujeres murmuran resaltando su atractivo, diciendo que las lleven a ellas si no encuentra a la mujer que vino a buscar.

Dios mío.

—Lo lamento, pero ahora mismo estamos en clase, no puede llevarse a ninguna. —Responde la profesora. —Si desea unírsenos, hágalo.

—Eso hare. —Dice mirándome y para mi mala suerte estoy en la columna final, donde él ha ocupado lugar en el sitio vacio.

Arqueo una ceja dándole una mirada rápida. —¿Vas a hacer yoga con esa ropa?

Pero me responde y me queda claro que está molesto.







(***)



—Descansen. —Anuncia la profesora y todas se levanta, hago lo mismo y mi espalda duele. —Aplauso para ustedes, chicas.

Los aplausos llegan enseguida, también los míos.

—Nos vemos mañana a la misma hora. Pueden retirarse.

Recojo mi tapete de yoga y lo enrollo, mi mirada se encuentra con la suya cuando me levanto y me bloquea el paso.

Suspiro. —No deberías estar aquí.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora