4. Rosas, Reglas y una propuesta

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Florencia en multimedia.

Roxanne:

Termino con Thomas y salgo del estudio, pasando las manos por mi cabello desarreglado, donde hace unos minutos sus dedos se encontraban enredados, mientras su polla me penetraba sin descanso.

Oh dios...

Aún siento mis piernas temblar. Mi deseo latente por mi hombre continúa ahí.

El corazón me palpita rápido y tengo unas ganas inmensas de dar media vuelta y regresar al estudio.

Me muerdo los labios y mantengo una sonrisa victoriosa, distingo a Leah  de lejos hablar con unos invitados. Lleva un vestido blanco, corto y me da a suponer que esta practicando para la boda que no se dará.

Ella no me ve y yo aparto los ojos de la mujer para luego seguir mi camino hacia la salida. Obtuve lo que vine a buscar, una fuerte follada con el hombre que aún me ama y al que tendré después de este recuerdo en mi cama en las próximas veinticuatro horas.

El sexo con Thomas sigue siendo igual de fascinante y en la habitación ahora impregnada por nuestro aroma fuimos igual que antes.

Sucios, pervertidos violentos.

No va a dejarme ir después de esto y menos cuando he marcado mi aroma tanto en su piel como en su despacho.

—¿Mamá?

Me detengo al reconocer la voz de mi hijo.

Claro que pensaba todo el tiempo en encontrarme a Leah y olvidaba que Thomas seguramente hubiera invitado a nuestros hijos, sin embargo sólo oigo a mis espaldas a Beck.

El corazón se me aprieta y ardor en mis ojos no se queda atras.

—¿Mamá, eres tú verdad?

Reacciono y me apresuro en abandonar la casa, sin voltear a mis espaldas.

Sin ver a mi hijo.





(***)




Ingreso a mi despacho y nuevamente hay una rosa de Benedic dentro, me acerco a tomarla antes de ocupar asiento en mi silla de trabajo y la llevo a mi nariz, olfateando su aroma.

Rodeo la mesa y  me acomodo.

—Roxanne... —Benedic ingresa a mi oficina, con un par de hojas llenas de diseños.—Tengo los nuevos bocetos de diseño para la Perfumería Soto.

Me los muestra, en todos hay un frasco de perfume antiguo, el pulverizador con pera perrilla y alrededor una nube que aparenta ser roció del perfume. 

—¿Son todos?

—Pensaba en un diseño más moderno.—Me indica, toma el lápiz y dibuja encima.—Su especialidad es esencia de frutas. ¿No? Pensaba...  una naranja o..

—Una manzana.—Pronunciamos los dos.

El me sonríe y provoca que yo también lo haga.

—Creo que tenemos el diseño.

—Ese será.—Se aparta de mi, mi mirada baja a la rosa que aun tengo en las manos. —¿Cómo estuvo tu noche?

Levanto la mirada. Las imágenes de mi ex esposo y mías en el despacho regresan a mi cabeza.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora