21. Elección

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Claudia:

Dejo las rosas sobre la tumba de mi padre y me levanto, retrocedo parándome junto a Zed, quien tiene a Nala sujeta de la correa.

No digo nada, solo observo la tumba y me giro al sentir la mano vacía da Zed sujetar la mía. Nos miramos y él me sonríe despacio.

—No sé si esto es lo que se dice frente al difunto padre de tu novia.

Agrando los ojos y el mirándome, continua.

—Prometo cuidar de su hija.—Pronuncia manteniendo los ojos sobre mi.—Desde ahora y para siempre.

Siempre...

—Esa promesa es bastante larga, Zed.—Le digo casi sonriendo.

—Y es verdadera.

El corazón se me agita, me vuelvo hacia la tumba apretando la mano de Zed  y cierro los ojos, diciéndole a mi padre que no le guardo rencor.

A partir de hoy, ya nunca más.








Roxanne:

Tengo la maleta lista en el taxi y solo vine a recoger algunos fólderes del trabajo, será un fin de semana de placer, pero no quiere decir que me desligare del trabajo por completo.

Aunque mi razón de estar aquí quizás ahora sea otra.

Mantengo los ojos en la puerta de cristal del edificio, esperando verlo baja y cuando lo hace, abro la ventanilla.

Benedic se inclina asomándose por la ventana.—Aquí tienes.

Recibo los fólderes y nuestros dedos se tocan, retiro la mano con disimulo.

—Ten un buen viaje.

Agrando los ojos.—Y eso deseas que tenga. ¿Un buen viaje..?.—Con alguien más.

—Siempre deseo lo mejor para ti, Roxanne.—Me indica.—Independientemente de lo que yo sienta con esto, si esto es lo que necesitas no soy nadie para impedírtelo.

Trago saliva.—Iré con Thomas, Benedic.

La sonrisa se le borra.

—¿Eso está bien para ti?. Incluso después de dedicarme esa canción.—Recuerdo, el corazón se me agita.

¿Por qué me deja ir tan fácil?

Vale, es mi decisión, pero...

—Me gustan los hombres que se esfuerzan por retener a su mujer. Que no la dejan ir con otro y luchan por ella. Yo estoy acostumbrada a eso.

—A veces no es tan fácil hacer eso.—Me responde, sus ojos no se apartan de mí en ningún momento.—Y no nos corresponde a nosotros tomar esa decisión.

Alzo las cejas.

—Me gustas, Roxanne.—Mi corazón se agita con su confesión otra vez.—Pero de que sirve retenerte a mi lado si tu corazón es de otro. ¿No te parece eso algo muy egoísta?

Los ojos me tiemblan, aparto la mirada. y siento su tacto en mi rostro, el que me obliga a levantar la mirada otra vez.

—Ten un buen viaje, Roxanne.—Me repite.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora