34. Paranoia

1.1K 173 10
                                    

Roxanne:

Oh Darling de The Beatles es el ritmo que Benedic toca esa noche y yo estoy en la mesa del centro observándolo deleitar a todos con su música, una sonrisa marcando mis labios, mientras mis ojos recorren su cuerpo, su atuendo y su atractivo bajo el único foco reflector que lo sobresalta de todos en el bar.

El acaba y recibe los merecidos aplausos antes de continuar con el que sigue, pero ya no presto atención ya que un cuerpo se ha sentado a mi lado y no es el de cualquiera.

—¿Mamá?—Agrando los ojos.

—Roxanne.—Me saluda con una sonrisa.

—Pero que..—Miro a Benedic y nuevamente a ella.—¿Qué haces aquí?

—Vine a conocer a tu elegido ¿No puedo?

—Pero como...

—¿Me crees difícil de averiguarlo?

Arqueo una ceja.—¿Por qué no solo dices que me seguiste?

No lo niega.

—Es bueno, lo admito.—Pronuncia con la mirada sobre Benedic.—Pero no es Thomas.

—Mejor, no quiero que se parezca a el.—Respondo enseguida.

Ella se vuelve hacia mi.—No lo entiendo, Roxanne. ¿Por qué te rindes así y dejas que esa mujer gane? Yo no te crie para aceptar una derrota.

—Cualquier madre normal no llamaría a eso criar.—Contesto y continuo.—¿Lo ves como correcto que yo interfiera ahora?

—¿Correcto? Nunca he sido una mujer moral y tú tampoco. Ese cambio repentino me asusta, hija.

—No es un cambio repentino.—Respondo de inmediato.—Quiero recuperar a mis hijos y como dije, Thomas es historia antigua, Benedic es mi presente.

—Pero que cursi y débil te oíste.—Me da una mirada avergonzada y cada gesto, cada respuesta me recuerda que todos estos años he vivido siendo como ella.

—Tal vez aún es tiempo para sentirlo ¿No? ya que nunca te portaste de ese modo conmigo.

—¿Me reclamas por no darte el cariño que deseabas de niña? Esas cosas...

—Te hacen vulnerable y débil.—Le interrumpo y mi madre sonríe.—¿Eso ibas a decir?

La observo pasar saliva y me mira llena de decepción.

—¿Qué has hecho con mi hija?

Separo los labios y no alcanzo a responder, las personas aplauden hacia el hombre que acaba de terminar de tocar el piano y con una mueca, apartando la mirada de mi madre, me pongo a aplaudirle también.






(***)






Benedic se da un apretón de manos con el dueño y viene hacia mí con un sobre en las manos, hay una sonrisa en sus labios, la que acaba al notar a mi madre al lado.

No quiero presentarlos, ella no merece conocerlo y no quiero que él se lleve una mala pasada después de tremendo espectáculo.

No quiero arruinar su noche por culpa de los comentarios de mi madre.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora