6. Sincerar

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Zed en multimedia.

Claudia:

—Déjame a ver si entendí... —Dice Zed, colocando ambas manos al frente.—Tu hermana vendrá a Central Park de visita

—De visita lo dudo. Vanessa es artista y no es mi hermana. —Corrijo y bebo de lo que queda en el último trago. —Media hermana.

—Suena a que no la quieres. ¿Es eso?. —Insiste saber el.

Hago una mueca.

—Vaya. Yo siempre quise un hermano.

—Tal vez porque tú lo quisiste. La mía vino de la nada.

Me observa con una ceja alzada y yo suelto un suspiro.

—Luego de que mi madre muriera, mi padre comenzó a salir con otra mujer. Él amaba todo lo artístico, muy diferente a mi madre y se casó con ella por puro compromiso... pero esa mujer, la que conoció en la exposición de escultura, era todo lo que buscaba, todo lo que mi madre no era.

—Quería rehacer su vida.

Hago una mueca burlona. —Eso dice el, pero la hija no le nació del cielo.

Sus ojos se abren.

—Parece que mamá y yo no éramos suficientes, pero la hija que tuvo con la mujer que conoció para él era perfecta igual que ella, mientras mamá y yo no lo éramos nada a su lado.

Su mirada cae y recuerdo lo horrible que fue mi niñez.

—Ballet, patinaje, artista... me metió a todas esas cosas esperando que tenga talento en alguna de ellas, pero no era lo mío. —Hablo recordando todo. —Mientras Vanessa si lo fue... pero claro que lo fue, si su madre fue escultora y ella saco el talento que tenía en las manos... Y yo me quede atrás, la sin talento.

—¿Y dices tú que lo que tienes ahora no es talento? —Me pregunta dejándome callada. —Creo que eres consciente de las noticias.

Lo miro.

—Claudia Sheppard, jefa de una agencia de modelos, creadora de una línea de ropa. Un flor de la juventud, exitosa y Hermosa y estoy de acuerdo con todo, sobre todo en lo hermosa.—El corazón me palpita al oírlo y ver su sonrisa.—Obtener el imperio que tienes , dime si eso no es talento. Si todo lo que has conseguido no se considera un talento como tal.

Mis latidos crecen más y pronto una sonrisa cruza mis labios.—Eso fue lindo.

—¿Ya te enamoraste de mi?. —Pregunta alzando las cejas.

Ruedo los ojos.

—No.

—Estoy decepcionado.

—¿Lo estas si dejo que me lleves a casa?

Las cejas se le alzan y una sonrisa cómplice aparece en su cara.

—Te lo digo cuando estemos de camino. —Se levanta y me ofrece la mano, la cual no dudo en tomar. —O en mi cama, donde lo prefieras.

Me rio. —La cama.

—Eso era obvio.






Roxanne:

—Enseguida voy...—Gritan al otro lado de la puerta, mientras yo no me muevo, aunque estoy arrepentida de esto. —Ya voy.. —Grita por última vez antes de ver como una barriga enorme se distingue en la puerta de cristal.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora