30. Un deseo más

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Roxanne:

No paro de gemir y arañar su espalda, aclamando que este hombre es mío mientras él me taladra el coño con su polla erecta.

Ya es de día y nada como el sexo mañanero para empezar un día estresante en el trabajo, Benedic me folla de una manera que me hace voltear los ojos, como si esta fuera la última vez que lo hará, pero ambos sabemos que no será así y siento que lo tengo todo con él.

Ese lado cursi y romántico, pero también ese lado salvaje en lo sexual y del que quiero seguir explorando más y más.

Me giro empujando su pecho y subo sobre él, penetrándome yo misma con su erección, doy un salto completo y me muerdo los labios por lo hondo que ha ingresado, comienzo a moverme con sus manos sujetándome la cadera.

—Dios si...—Salto una y otra vez, le arrugo la piel con las uñas y continuo brincando como una coneja.—Si... Si..

No controlo lo que sale de mi boca, lo boto todo mientras sigo con los saltos y me empalo yo misma con erección una y otra vez, el calor que siente mi vagina se expande y me toca el vientre, los pechos y la cabeza, aprieto las piernas y el baja las manos a mi culo estrujándome, Benedic me abre y me derriba subiendo encima otra vez.

Nos sonreímos y compartimos otro beso antes de que él tome absoluto control dominante encima de mí mientras me sujeta las muñecas contra la cabeza.

Acabo exhausta y con sus residuos en mi vientre, le sonrio y acomodo mi cabeza en su pecho, pero mi teléfono comienza a sonar y le pido que espere por mí.

—¿Florencia? —Menciono sentándome sobre la cama, a espaldas de Benedic.—¿No habías ido de viaje con Alister? ¿Por qué no estas disfrutando de tu viaje en lugar de llamarme?

Quiero que se divierta, desde la muerte de Nathan jamás ha tenido salidas como estas.

—Roxanne, necesito pedirte un favor.

Agrando los ojos.—¿Qué favor?

—La novia de tu hija es policía ¿No? Quisiera que me des su número.

Me pongo de pie.

—¿Paso algo, Roxanne?.—Pregunta Benedic.

—¿Su número?.—Junto las cejas.— ¿Ocurre algo, Florencia?

Después de una pausa, menciona.—No, lo que quiero es que me ayude a encontrar a alguien o alguien que me ayude a encontrar a alguien.

Me maree.

—¿Qué?

—Solo... es muy importante para mi...¿Puedes darme su número por favor?

Eso decido hacer, aunque me deje confundida. 










Claudia:

—Sí, es oficial. —Me anuncia la doctora.—Parece que ese fue tu último periodo, Claudia.

Descubrir la verdad me aplasta el estómago y siembra un montón de preguntas en mi cabeza, pero sobre todo dudas, empezando por la principal y la que me ha estado recorriendo la cabeza desde esa noche en la reunión de ex alumnos.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora