II

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Anduvo silenciosamente hasta la máquina de caramelos ubicada afuera de la dirección. La campana que anunciaba el descanso había sonado hacía poco, y Naruto se sentía sumergido en una empresa de gran importancia. 

Después de sacar algunos dulces de la máquina, caminó hacia la sala de profesores. Le había costado muchísimo trabajo deslindarse de sus amigos. No quería que supieran nada de lo que tramaba, y siendo el torpe y bocazas que era, seguramente terminaría hablando más de la cuenta. Además, suficientes burlas había recibido desde la última distracción en clases.

Aguardó pacientemente afuera del área destinada a los maestros. Había una mesa larga y rectangular al centro, una cafetera, dispensador de agua y servilletas. 

Cuando volvió a fijarse por la ventana, finalmente lo vio. De espaldas y vertiendo agua caliente en una taza, estaba Itachi Uchiha. 

Vestía pantalones de vestir azul marino y una sencilla camisa de lino en la misma tonalidad. 

Naruto se agachó rápidamente cuando sopesó que se volvería en dirección a la mesa.

Estaba actuando muy impulsivamente, pero quería sacarse aquellas dudas tontas de la cabeza. Su actitud era a todas luces reprobable, pero si nadie se enteraba, estaba bien ¿Cierto?

Solamente tenía que hallar la forma de acercarse (aunque no demasiado) para averiguar qué cosas gustaban a su apuesto profesor de literatura e historia. Si conseguía hacerse con sus gustos, sería más sencillo un acercamiento. Debía haber algo que tuvieran en común. Sólo una cosa bastaba.

Al verle hojear una revista, sacó su pequeña libreta de bolsillo y anotó el título. Luego entrecerró los ojos para ver mejor lo que había en el plato del reservado joven. Eran dangos. 

Volvió a agacharse y, con discreción, miró sus notas. Llevaba siguiéndolo de ese modo durante tres días y sus conclusiones eran contundentes. Itachi Uchiha tenía una rutina muy simple y hasta aburrida. Siempre comía solo en la sala de profesores, usaba un par de veces su celular y después retornaba a impartir clases.

Entonces la idea le llegó de improviso.

¡Su celular!

Si tan solo supiera su número, tal vez podría...

-¡Eh, Naruto. Vamos a la cafetería!

El entusiasta y revelador grito del Inuzuka, casi lo hizo caer de su escondite. 

Disgustado por verse interrumpido de su misión secreta, Naruto frunció los labios a la par que hacía exagerados aspavientos con las manos para que sus amigos continuaran su camino. 

-¿Naruto Kun?

El aludido dio un respingo al saberse descubierto. Rápidamente ocultó la libretita a sus espaldas y abandonó su pose de cuclillas mientras una sonrisa nerviosa afloraba en sus labios.

-Sensei- hizo una reverencia y, sin siquiera alzar la mirada, emprendió la retirada a toda carrera. 

**

Después de haber releído la nimia e inservible recopilación de gustos, Naruto decidió arrancar las hojas y botarlas al cesto de basura. 

El que supiera algunas cosas de su profesor, no le garantizaba nada. En realidad sería extraño intentar congeniar de esa manera. Y ni siquiera sabía si a Itachi Uchiha le atraían (aunque fuera un poquito) los hombres. Tampoco sabía si era su tipo. 

Lo único cierto era que se estaba comportando muy extraño y no quería que sus amigos lo notaran. Ya de por si era una tontería saberse enamorado de un tipo tan inalcanzable. 

Beautiful Lies.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora