XXXIV

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Cuando Naruto vio entrar al Inuzuka, el alivio lo embargó. Volvió a sentarse en el sofá y tomó uno de los álbumes de la mesita con fotografías de la familia de Kiba.

-Tardaste- pasó una a una las páginas para distraerse. Era la tercera vez que los veía pero la ansiedad lo estaba matando. Llevaba casi una semana resguardandose en la casa de Kiba porque temía enfrentarse al par de Uchihas. Después del alboroto, no soportaba la idea de saber que él era el causante de los malos entendidos entre ellos. Era terrible saberse culpable y enamorado de ambos, pero resultaba devastador verles pelear sin poder detenerlos.

¿Hasta dónde estaban dispuestos a llegar?

Naruto temía conocer la respuesta.

Soltando un escupitajo en el bote de basura junto al sofá, Kiba fue a sentarse junto a Naruto. En un parpadeo uno de los perros corrió y saltó encima de sus piernas.

-¿Me extrañaste, amigo?- Kiba sonrió ampliamente mientras acariciaba las orejas de Akamaru. De pronto la seriedad acudió a su semblante al recordar lo ocurrido. -Están buscándote, Naruto. Y por cómo me trataron, te puedo asegurar que llamaran a la policía o algo peor si no tienen noticias tuyas pronto.

Habría querido tragarse esas palabras por el bienestar de su mejor amigo, pero tampoco deseaba que se metiera en más líos. Desde que había empezado a verse con uno de ellos, las cosas se habían salido de control.

-Yo...- uniéndose a las caricias hacia Akamaru, Naruto agachó la cabeza, sintiéndose culpable de nuevo por todo lo que sucedía a su alrededor. -Iré a verlos pronto.

Kiba asintió conforme.

-Hazles saber que no quieres nada con ellos. Y amenazalos- agregó, achicando los ojos al recordar a los bastardos que lo habían acorralado en el callejón. Era increíble que uno de esos tipos fuera su profesor, ni más ni menos. -Diles que estas saliendo conmigo- aconsejó con un guiño.

Frustrado, Naruto negó en desaprobación. Le había pedido a Kiba que lo dejara pasar un par de días en su casa para no tener que ir a un hotel. Kiba había aceptado con gusto, especialmente porque sus padres acababan de salir de viaje de negocios, lo que le dejaba con la casa para él solo.

-No quiero causar más problemas- poniéndose de pie, Naruto se sacudió algunos pelos del pantalón. -Además, no puedo esconderme toda la vida.

Aunque en cierto modo le gustaría tener esa opción, así no tendría que hacer sufrir a ninguno.

O a sí mismo...
*

Colgó el teléfono al oír la misma respuesta negativa que, se había repetido vez tras vez en cada llamada.

Exhausto, dejó el teléfono a un lado y tachó con la pluma el último nombre de la lista de asistencia.

-Ese fue el ultimo- reconoció con un exhalido. Shisui bufó una maldición en voz baja mientras repasaba visualmente la lista.

-Falta el idiota ese- señaló el nombre de Kiba, a lo que Itachi negó con simpleza.

-Lo intenté cinco veces. No atiende el teléfono. Además- agregó preocupado. -Podría poner una queja en recursos humanos si descubre que somos nosotros quienes llamamos. Recuerda que los expedientes son confidenciales.

No había sido una jugada muy honorable de su parte el haber cogido las carpetas sin permiso. Después de todo, tenía acceso a la dirección. El problema vendría cuando se enteraran que hacían falta. Por ende debía devolverlos a la brevedad posible. Tan solo necesitaba extraer los números telefónicos de todos sus alumnos por si alguno tenía información sobre el paradero del Uzumaki. Tristemente no había sido el caso. Nadie sabía nada, y la angustia de saberse en penumbras, se acrecentaba con el paso de las horas.

Beautiful Lies.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora