Capítulo 28

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El mediano salón, iluminado por un brillante y dorado sol de una tarde primaveral, se inundó de mi melodía. De la ventana me llegaba el olor dulce de los árboles florecientes y el vibrar de las notas que reproducía con mi instrumento lo acompañaba en el aire. Estaba en total paz , finalmente.

Frente a mí se erguía un atril con mis tan extrañadas partituras y yo las leía sin pensar en nada más allá de esas páginas, en estado de relajación, concentrada en el tacto que ofrecía. Cada vez que practicaba o repetía mis obras favoritas sentía que mi alma y mente cruzaban un portal, entrando en un mundo muy distinto y alejado de éste, un mundo de sentimientos, armonías, sin preocupaciones; un mundo de orden liberador.

Tocaba una sonata propia del período romántico con su propio carecterístico ritmo de vals, mis yemas recorrían las cuerdas con un vibrato suave y mi muñeca subía y bajaba por el mástil del violín como si fuera una pradera en uno de mis días de infancia, jugueteando tranquilamente por la madera.

Ví el mezzo-forte y mi arco se movió con extroversión sobre las cuerdas pero aún en ese ritmo lento y afable que acariciaba los oídos. No era necesario decir que disfruté los pasajes por la simple belleza de éstos, pero podría decir que realmente pude sentir lo mismo que el artista enamorado hace cinco siglos, que el difunto le daba voz a los más escondidos sentimientos y los sacaba del fondo del océano para hacerme doler el pecho con trágica amabilidad.

No lo reconocí, solo tocaba mas en ése océano, bien lejos de mis pensamientos,  se reflejaba una sonrisa modesta, familiar y unos misteriosos ojos rubí. Es en definitiva ese plano paralelo que todos tenemos en el interior, aquél que opera en silencio todo lo que no podemos controlar , donde los sentimientos nacen bajo el tul de lo racional, escondidos de nuestra vista hasta que ya es muy tarde. Allí estaba el sentimiento neonato que provocó mi protector, aguardando en silencio y meciéndose entre las pequeñas olas mientras yo permanecía ignorante.

De pronto la obra empezó a acelerar y mi esfumado relajo dio paso a mi máxima atención haciendo que mis ojos casi no parpadeen, intentando a toda costa no detenerme. 

La melodía canturrona del principio se tornó animada y alegre, saltarina como un niño en los juegos públicos. Mis latidos se aceleraron un poco también ante la emoción pero de pronto apareció un ruido disonante cuando ocurrió lo inevitable.

_____: Joder -Balbuceé ante mi error. Acerqué mi rostro a la hoja en vertical entrecerrando inconscientemente los ojos y leí ese pasaje con atención a la vez que murmuraba las notas correctas copiándolas en mi violín sin musicalidad alguna. Resoplé en cuanto noté que esa parte no sería fácil- Qué desastre.

Sebastian: Yo creo que lo hizo muy bien -Grité estridentemente haciendo que se tape los oídos, trastabillé hacia atrás y por poco no suelto el instrumento- Que bueno que estas salas suprimen el ruido.

______: ¡¿Hace cuánto estás aquí?! -Aún tenía la respiración agitada-  Dios mío, Sebastian no entres tan sigilosamente o me vas a matar del susto.

Sebastian: Lo siento, por un momento olvidé que los humanos tienen los sentidos menos desarrollados-Camina al centro de la habitación hasta estar a pocos metros de mí- Veo que practica el repertorio de este año.

____: Sí. No he podido estudiar mucho por, ya sabes , todo esto... - Lo miré de arriba a abajo disimuladamente , traía de la ropa que compramos juntos, más específicamente una camisa negra algo holgada para él (pero que le sentaba muy bien) y unos pantalones de mezclilla del mismo color; no varió mucho su estética. Eligió prendas sencillas ,en su mayoría blanco y negro (mucho negro), de colores sobrios y elegantes que se asemejan bastante a la ropa que usó desde el siglo XVIII, sin embargo los cortes modernos le daban una apariencia totalmente nueva sin perder su toque clásico.

《El Nuevo Profesor 》-Sebastian Michaelis y Tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora