Capítulo 31

379 32 13
                                    

Ya era verano, un verano peculiarmente intenso. No había pasado más de una semana de la advertencia de Sebastian y aún con huesos curados y planes en marcha, el pobre corazón del demonio no dejaba de sufrir cada que la muchacha salía por la puerta con pobres pretextos. Sabía qué hacía, o más bien, quién lo hacía sentirse así: ese ángel habrá optado por tomarlo a la ligera, contradecirlo al citar diario a _____ y así desafiar sus amenazas, que —aunque honestas— estaban vacías.

Estaba furioso e impotente, pero más que todo celoso, muy celoso; una sensación indescriptiblemente violenta.

Pensaba cada día, luego de que la joven cerrara la puerta tras de sí, en cómo contraatacar a tal insulto. Como demonio y mayordomo haría todo en pos de que sus planes resulten como debe ser, aunque en estos casos solo había una forma de resolver las cosas: A su manera.

—¿Cómo se atreve esa gallina celestial a contradecirme? No—pensaba—. ¿Cómo se atreve siquiera a pensar que renunciaría fácil a ____? Él no debería ser capaz tan solo de verla, no tiene el derecho; menos aún de tocarla. Ash, una criatura tan asquerosa, manchando su dulce piel... El solo pensarlo hace que mis instintos más crudos quieran probar sangre. ¿Por qué no puedo pensar en un plan con claridad?, ¿qué me ocurre? —Limpiaba la mesa con molestia y repentinamente apretó el trapo con alteración— ¡Ya debería de tenerlo listo!

No hizo falta un plan, sus pies ya se movían solos por las calles. ¿Qué tontería estaba haciendo? No lo sabía, pero tampoco lo meditó.

¿Por qué sentía tanta rabia y miedo?

La iba a encontrar, y cuando lo haga no sabría qué excusa poner. ¿Qué más da? Sólo quería terminar con esa agonía, quería terminar con ese Ángel.

─━━━━━━⊱❉⊰━━━━━━─

Los días calurosos de la última semana no se comparaban con aquella tarde abrasadora, no obstante el sol indomable no detuvo a ____ ni una vez. Se había echado al ruedo: no iba a retroceder ni a arrepentirse.

No tuvo que hacer demasiadas copias de los volantes, respetaría la decisión de Ciel al menos en cierto grado. Lograba detener a un que otro curioso y al mostrarle las fotos le preguntaba "¿Los ha visto?", pregunta siempre infructífera.

Todas las tardes eran iguales, pero aquella en particular había sido incluso peor: la gente ya ni la volteaba a ver pues estaban sudando a morir. Ella estaba igual, nadie se salva del calor apabullante.

De repente, a mitad de la tarde y como si Dios hubiera escuchado las plegarias de los ciudadanos sin aire acondicionado —porque ningún ventilador era rival para semejante calor—, el sol fue cubierto de nubes y el aire se condensó, la temperatura bajó drásticamente y el viento contrastó las pieles febriles.

Para cuando Sebastian la encontró las ráfagas de viento azotaban sin pausa en un preludio de tormenta mas ____ no se había movido un centímetro: seguía tratando de captar la atención de cada peatón para repetir incansablemente las mismas preguntas.

El mayordomo se consternó, sintiéndose estúpido e infantil por dejarse llevar por un ataque de celos y no ver que ese aspecto no era lo que importaba ahora; aunque mentiría si dijera que no ver a Ash por ningún lado lo no tranquilizó. Se acercó a ella con parsimonia y ésta al verlo quedó congelada. Había prometido no interferir y la acababan de pillar con las manos en la masa, no quería detener sus esfuerzos pero tampoco que Ciel la castigara seriamente.

—Yo no... No podía seguir...

Cualquiera negaría la situación, balbucearían tontamente "no quería hacerlo" o "no es lo que crees" pero ella no subestimaba a Sebastian como para mentir tan descaradamente, lo estimaba y demasiado. Estaba lista para ser regañada en público, no le importaría en lo más mínimo pues no tenía ni una pizca de arrepentimiento, lo volvería a hacer las veces que hicieran falta. Esperaría su debido castigo, volvería arrastrada por él y sería expuesta ante su familiar quien, seguramente, le aplicaría mano dura.

《El Nuevo Profesor 》-Sebastian Michaelis y Tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora