Capítulo 30

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No es vergonzoso ser vulnerable.

No eran sólo sus ojos brillantes ni sus manos cálidas, tampoco esos labios siempre impertinentes o las bellas curvas en torno a su cuerpo, sino su dualidad. El que acepte su verdadero ser, la contradicción que constantemente se regenera; que siempre le quiera allí a su lado aunque no le necesite.

Si tienes algo que decir en un futuro, no temo escuchar pacientemente las palabras de un demonio.

Era irónico que al conocerla había tratado de seducirla casi por rutina, de usarla como herramienta para recabar información y cerciorarse así de que era realmente quién su amo buscaba, si es que en verdad quedaba un último Phantomhive en la tierra.

Pero ahora se hallaba en el papel de presa y no de cazador. Había perdido contra un enemigo invisible y no se había dado cuenta de tal derrota hasta que se encontró una estaca clavada en el corazón.

El diablo se había enamorado.

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Unos ojos color sangre y desbordantes de ira brillaban entre la densa penumbra de aquella noche nublada. Ya había pasado la mitad de la madrugada para cuando encontró al ángel que tanto lo desquiciaba y la pacífica negociación, para sorpresa de nadie, no duró mucho.

-Siempre me haces las cosas más complicadas. Es molesto, ¿lo sabías? -dijo mientras desviaba fácilmente el golpe del peliblanco.

-Si resulta molesto para un inmundo demonio debe significar que debo estar haciendo algo bien.

La pelea cada vez se acaloraba más. Demonio y ángel se desplazaban atacando con la libertad de estar a sana distancia de los humanos, y aunque los hubiera, ambos- especialmente el demonio- notarían su presencia a kilómetros.

-Parece que el tiempo lo oxidó, profesor -dijo burlonamente al esquivar un par de golpes para luego asestar un rodillazo exitoso -. ¿Por qué no me mata?

-No sabes cuánto deseo arrancarte esas estúpidas alas de un tirón, pero vine a negociar, ángel -moduló con asco, como si fuera un insulto pues así era para los de su especie-; sin embargo...

Había salido con un objetivo en mente y su paciencia se estaba acabando al no recibir indicios de cooperación. Lo desorientó de un fuerte golpe en la mandíbula para inmediatamente estamparle una patada en el estómago que lo hizo volar unos metros, derribado momentáneamente.

Sebastian, quien no desperdiciaba un instante cuando de pelear se trata, lo sujetó firmemente en el suelo con ambos pies, parado sobre él con el mismo tacto con el que tratas a una alfombra vieja.

-...Lo haré si no te alejas de ella amablemente -dijo esto esto último con una sonrisa mientras Ash se aquejaba bajo sus suelas.

De un momento a otro los quejidos de dolor cesaron, el albino se había echado a reír como si hubiera oído algo de lo más absurdo.

-Oh, con que de eso se trata-habló en tono fastidioso completamente adrede-. Amablemente... -citó aún entre risas faltas de aire. Sebastian seguía usándolo de tapete- Qué palabra más extraña viniendo de un adefesio como tú.

El demonio presiona aún más estrictamente su pecho en advertencia a que mida sus palabras pero, en vez de contraatacar, Ash sonríe maquiavélico.

-¿Será que la quieres de postre? ¡No esperaría men...!

Su provocación se interrumpe y le da paso a un alarido, al igual que las nubes dieron paso a la filosa luna creciente. Sebastian le había aplastado la muñeca de una rápida estocada de talón y ahora observaba su sufrir con expresión inmutable.

《El Nuevo Profesor 》-Sebastian Michaelis y Tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora