Capítulo 34

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A partir de ese momento dejaron de hablar. Sebastian se limitaba a hacer su labor como un frío robot sin mediar palabra innecesaria con la señorita quien, en profunda angustia se disculpaba múltiples veces al dar señales contrarias alegando no saber qué pasó por su mente, era receptora de respuestas esquivas.

Toda relación en la vida de la joven _____ se desmoronaba como una fila de dominó que no alcanzaba a detener. Primero fueron sus padres, luego sus amigos y ahora, su amado.

Qué cruel aquél que controla el destino, pues la ha dejado al borde de la completa soledad.

-Oye, lo siento. Te juro que no fue lo que piensas, mi mente me dejó por un momento. No sé qué estoy haciendo.

-Juega, eso hace. Juega igual a como haría un infante y cuando de eso se trata soy un apostador de grandes ligas, no trate de arrastrarme a la suya.

-No estoy jugando contigo, Sebastian. Sigo siendo la misma chica de la azotea, la misma que...

-Basta. No seguiré esta conversación.

-No he cambiado, Sebastian ¡Créeme!

Sin embargo Sebastian, como siempre haciendo oídos sordos, salió de la habitación y entonces ______ decidió finalmente dejarlo en paz.

La rutina siguió su curso, cada quién por su lado y aunque desearían no llamar la atención con su repentina pelea era imposible pasar desapercibidos para unos pocos.

-¡Michaelis! Oye, ¿te sientes bien? Te ves... cansado.

-Qué considerada es al preguntar pero estoy perfectamente.

-Ya, sí. No soy ciega-replicó Natalie-. ¿Sabes donde está ___?

-¿Por qué debería saberlo?

-Pues si no está conmigo, está contigo; aunque no la veo junto a tí.

-Qué observadora. -comentó tajantemente mientras hacía correcciones con boli rojo.

-Vale, entendido-Se dio la vuelta con intención de retirarse-. Debe estar parloteando acerca de tí con otra persona, tal y como hacía conmigo.

-¿...Es así?

Natalie no necesitó responder, solamente lo miró como quien mira a un tonto que no es capaz de ver lo que tiene delante. Sebastian, por su parte, no dudaba de su palabra: ya entre los humanos Natalie era parte de lo que se conoce como "un libro abierto".

-No lo molesto más, profesor. Tenga buena tarde-Se dispuso a marchar-. ¡Oh! Antes de que me vaya. ¿Podrías...?

Durante la densa pausa el desaire de la muchacha se quebró y Sebastian levantó la mirada de los papeles, esperando el desenlace.

-¿Podrías decirle de mi parte que lo siento?

El demonio no se conmovió, pues se encontraba en contacto con sus orígenes. La escudriñó con la ceja levemente alzada y respondió con serenidad.

-Bien. -Lo pensaría.

Natalie sonrió un instante en agradecimiento y correteó por el pasillo hasta desaparecer.

Demonio, era un demonio. Cada minuto se lo comenzó a recordar desde que, enfermo, lo desahuciaron. Era esta la oportunidad de purgar la locura de su ser, de abandonar esos pensamientos y sensaciones que lo orillaron a desarmarse y dejar su coraza olvidada en algún lugar. Ilusiones que lo hicieron mostrarse por descuido en su ser con apariencia de rosa que ha sido secada entre las hojas de un libro, y como tal era frágil, bello y sin vida.

Debía recuperar la vitalidad eterna, despojarse de ataduras imaginarias. Necesitaba recordar quién era.

Soy un demonio.

《El Nuevo Profesor 》-Sebastian Michaelis y Tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora