002.

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✨️GAEL✨️

—¡Gael, si no te levantas ya mismo, voy a ir yo y vas a ver!

Suspiro aún acostado en la cama, mirando el techo de mi habitación mientras escucho los gritos de mi mamá.

Sin más, me siento en la cama y comienzo a buscar mis zapatillas. Después de encontrarlas y ponérmelas sin atar los cordones, camino en dirección al baño.

Luego de hacer mis necesidades y lavarme las manos, me quedo unos momentos mirándome al espejo.

—Debería bañarme, pero no tengo ganas —hablo solo, sin dejar de observar mi reflejo, evaluando que tan mugroso me veo.

Camino hasta la bañera y giro la llave, haciendo que el agua comience a salir por el grifo. Meto la cabeza debajo del chorro y comienzo a mover mi cabello con ayuda de mis manos para lograr que esté completamente mojado.

Me pongo un poco de acondicionador, solamente para que no se me enrede, y sobre todo para que esté algo perfumado y no huela a caca. Una vez que termino, cierro la canilla del agua y sacudo mi cabeza como si fuera un perro intentando secarse. Cuando comienzo a marearme por mover tanto la cabeza, dejo de hacerlo y toco mi cabello. Bueno, ya no está tan mojado. Si funciona esa táctica.

Salgo del baño y camino nuevamente a mi cuarto para ponerme una camiseta. Agarro la primera que encuentro esparcida en el suelo y la olfateo, no tiene mal olor, así que me la pongo. Echo un poco de desodorante en mis axilas y por mi cuerpo, para luego salir de mi cuarto y bajar las escaleras.

Llego hasta la cocina, encontrándome con mis padres y mi hermano menor.

—Buenas, buenas —saludo de manera alegre, sentándome en mi lugar.

—Buen día, mi amor —saluda mi mamá, otorgándome una cálida sonrisa.

Ah, pero hace unos instantes quería arrancarme la cabeza. Claramente no pienso decírselo.

—¿Te bañaste? —inquiere mi papá, frunciendo el ceño y viendo mi cabello húmedo.

Suelto un pequeño jadeo mientras lo miro ofendido.

—Por supuesto, ¿qué crees? ¿Qué soy un mugriento? —inquiero, poniendo una mano en mi pecho, como si me sintiera insultado.

—Sí —responde Dustin, haciendo que gire a verlo, dándole toda mi atención—. Desde China sienten tu peste y saben que no te bañaste, que solo te mojaste el cabello para aparentarlo y ya.

—Sí me bañé —aseguro mintiendo de manera descarada, mientras lo miro desafiante—. Si huelen alguna peste, debe ser la tuya.

—Yo sí soy limpio, no como tú —contraataca, a la vez que unta un poco de mermelada en su tostada.

—Yo soy tan limpio, que pasan un dedo por mi piel y rechina, fíjate —comento, quitándole la tostada para darle una mordida.

—¿Sí? Pues yo soy tan limpio que gracias a mí existe la definición de limpieza —afirma, arrebatándome su tostada de la boca, para darle un mordisco también.

—¿Sí? Pues fíjate que las personas en vez de decir «que limpio está esto», dicen «que Gael está esto»—menciono, para después quitarle el último trozo y terminar comiéndomelo. De fondo solo se puede escuchar la risa de mi papá, pero ahora eso es lo de menos.

—Seguramente cuando dicen eso se refieren a que algo está demasiado pendejo —responde, molesto por su tostada, y agarra otra para volver a untarle mermelada de sabor durazno.

—Por lo menos a mí no me apestan las patas —garantizo, para después beber un poco de jugo.

—Por lo menos a mí no me apesta la cola —asegura Dustin, mirándome victorioso.

Aquel año nuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora