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GAEL

Estoy en la sala con Dustin, inmerso en nuestro maratón de videojuegos. Después de todo lo que ha pasado, la distracción es más que bienvenida. Él está concentrado, lanzando maldiciones entre dientes cada vez que fallo en un movimiento. Me siento más ligero ahora, como si parte del peso que llevaba en el pecho se hubiera desvanecido con nuestras charlas.

—¡Vamos, Gael! ¡No te quedes atrás! —me grita frustrado mientras intento alcanzarlo en el juego.

—Tranquilo, pulga, no me grites —respondo, riendo, aunque con los dedos apretando el control con más fuerza. Estoy tan metido en la competencia que casi no me doy cuenta de que la puerta principal se abre.

Mi madre entra en la casa, dejando una suave corriente de aire que me saca de mi concentración. Levanto la vista de la pantalla y, en cuanto la veo, el control de videojuegos queda olvidado en el sofá. No dudo ni un segundo en levantarme y acercarme a ella.

—No sé cómo hacen esos para pasar días sin ver a sus madres y no extrañarlas, porque yo no pude. Te extrañé mucho, mami —le digo mientras la abrazo con fuerza, enterrando mi rostro en su hombro. Mi madre huele como siempre, una mezcla de perfume floral y algo que solo puedo describir como “casa”.

Ella se ríe y me devuelve el abrazo, acariciándome el cabello.

—Yo también los extraño cuando se van, créeme. Pero si quieres mantener esas apariencias de chico rebelde, será mejor que te alejes —dice con una sonrisa traviesa—. Porque me encontré a alguien en la puerta y la invité a cenar.

Me alejo un poco de ella, intrigado, y es entonces cuando la veo entrar. Kate, con una sonrisa burlona en su rostro, se detiene en la entrada de la sala.

—Te extrañé, mami —dice, imitando mi tono de voz con una expresión exageradamente dramática, mirándome con burla.

—¿Viste, mami? Te dije que ella me peleaba y tú seguías insistiendo sobre que es una buena junta para mí —la delato, sin soltar a mi mamá, para luego sacarle la lengua a Kate, quien está con su boca abierta formando perfectamente la cuarta vocal—. Envidiosa —digo, haciendo que suelte una carcajada.

Aun así, se lleva las manos a la cintura y me lanza una mirada de falsa indignación, luego se vuelve hacia mi mamá, como si estuviera buscando apoyo.

—¡¿Yo peleándome con él?! —exclama, con un tono de incredulidad fingida—. ¡Mariel, por favor, sabes que es Gael quien siempre empieza! Me persigue por todo lado solo para molestarme.

Mi mamá sonríe divertida mientras me suelta y se gira hacia Kate, observándonos a ambos como si estuviera evaluando la situación.

—Eso suena bastante convincente —dice, cruzándose de brazos y fingiendo estar pensativa—. Gael siempre ha sido de esos que empiezan las cosas y luego se hacen los inocentes.

—¡Oye! —protesto, aunque no puedo evitar sonreír—. Estás tomando partido, ¿verdad?

—Solo digo lo que veo —responde mi mamá, divertida, mientras Kate asiente con una sonrisa satisfecha.

—Ves, Mariel tiene toda la razón —dice Kate, triunfante, y da pequeños pasos hacia mí, elevando una ceja—. Yo siempre soy la víctima en nuestras peleas. Deberías aprender a comportarte, Gaelito.

—Gaelito... —murmuro, poniendo los ojos en blanco, para acto seguido pellizcar por breves segundos su nariz, haciendo que la frunza—. Perfecto, ahora la estás convenciendo de que soy el problemático.

Kate me guiña un ojo y me saca la lengua esta vez, disfrutando de la pequeña victoria. Mi mamá solo sonríe, claramente entretenida por el intercambio.

Aquel año nuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora