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GAEL

Cuando la moto de Liam se detiene frente a la casa de Kate, el rugido del motor se desvanece, dejando el eco de mis pensamientos en su lugar. Me bajo con cuidado y no entiendo por qué, si sé que no hay nadie dentro. Helen se encargó de esa parte. Después de todo, la sorpresa tiene que ser perfecta, y no puedo arruinarlo a último momento. Me quito el casco y respiro hondo, el aire fresco de la noche llena mis pulmones y me calma un poco los nervios. Miro la fachada de su casa, iluminada por la luz cálida que se filtra por las ventanas. Un año, pienso. Un año desde que todo cambió.

Apenas puedo creer que ya pasó un año desde que, por una broma mal hecha, le tiré un balde de pintura encima y la cubrí de pies a cabeza con un tono lila que, honestamente, le quedaba bastante bien. El grito que soltó aún resuena en mi mente, entremezclado con la carcajada que no pude contener. Y luego, su mirada… Dios, pensé que me mataría en ese momento. Pero, en lugar de hacerlo, creo que me insultó en inglés.

Esa fue la mejor peor broma de mi vida, y también la que me regaló a la mejor persona que conozco. Hoy, un año después, estoy aquí para celebrar ese desastre afortunado.

Ajusto la mochila en mi espalda, sintiendo el peso de los preparativos que hice. Me costó trabajo mantener esto en secreto, pero Kate se merece algo especial, algo que le recuerde que, a pesar de cómo empezamos, no cambiaría ni un segundo de todo esto. Por suerte en la cena benéfica del miércoles pasado ella se fue un momento al baño y tuve oportunidad de organizar todo esto con Helen, porque sino no sé cómo lo hubiera hecho.

Camino hasta la puerta, mis pasos ligeros en la grava. Saco las llaves que me dio Helen de mi bolsillo y abro la puerta con cuidado. La casa está en silencio, lo que significa que probablemente aún esté en el centro comercial, perdida en algo que le pidió Helen que comprara. Perfecto.

Entro sin hacer ruido, y el aroma de su perfume me envuelve inmediatamente, mezclado con algo que no sé como descifrar pero siempre me recuerda a su casa, es un aroma agradable, como a flores.

Me dirijo a la cocina y comienzo a sacar los ingredientes que compré de camino aquí de la mochila, suspirando con alivio al ver que el regalo sigue intacto. No soy un chef, pero he mejorado en un par de cosas este año, especialmente en lo que le gusta a Kate. Hoy voy a prepararle su plato favorito: pasta al pesto con tomates cherry asados.

Mientras corto los tomates, no puedo evitar sonreír al recordar cómo nos conocimos. Jamás había visto a alguien tan hermosa, tan llena de vida, ni tan decidida a vengarse de mí por cada broma que le hice. Y de alguna manera, en medio de esa guerra, algo hizo clic entre nosotros. Empezamos a hablar, a reírnos de lo absurdo del momento, y antes de darme cuenta, estaba perdido en esos ojos que parecían capturar el cielo entero.

Pongo la pasta a hervir y caliento el horno para los tomates. Estoy concentrado, pero mi mente sigue divagando. Este año ha sido un torbellino. Desde peleas estúpidas por quién se queda con el último trozo de pizza, hasta las noches en las que compartimos nuestros miedos más profundos. Pero lo hemos hecho nuestro.

—¿Gael?

Me giro para ver a Kate en la entrada de la cocina, con una bolsa de compras en su mano, mirándome entre confundida y feliz.

—¡Sorpresa! —le digo con una sonrisa, levantando las manos cubiertas de salsa pesto.

Tarda unos segundos, pero al final se ríe, esa risa que siempre me desarma.

What are you doing? —pregunta divertida, dejando la bolsa sobre la isla al igual que las llaves de su auto, sin dejar de verme.

—Quiero celebrarlo —digo, logrando confundirla, así que me apresuro en añadir—: El año en que nos conocimos. El año que lo cambió todo. —Sus ojos se suavizan y se acerca a mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello—. Quería celebrarlo ese mismo día que cumplíamos, pero tuvimos la cena y los días siguientes estuviste muy ocupada, pero vi tu horario y descubrí que hoy, sábado once de Agosto, no tenías nada planeado, ni tampoco el domingo —cuento, sonriendo feliz por mi investigación, haciéndola sonreír aun más.

Aquel año nuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora