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No esperé a que el tiempo pasara, las alarmas se habían disparado en mi interior y para ser sincera, me sentía bastante aterrada; no deseaba preocupar a mamá, tampoco a Sky, por lo que no les mencioné nada acerca de mi vomitivo altercado, Isaac me prometió conservar el secreto, confiaba en él.

Así que allí estaba, parada frente la puerta de la señora Marge, dando leves golpes en la madera mientras miraba a mi alrededor de forma cautelosa.

-¿Sí?

Una despampanante mujer de cabellos dorados cobrizos acudió a mi llamado, vestía unos jeans holgados y una camisa unas tallas más grandes que ella, me sonrió con amabilidad mientras yo me dedicaba a observarla con interés.

-Hola, soy Ann Blake, la vecina -señalé mi casa con el dedo pulgar- ¿Se encuentra la doctora Collins?

-Oh, claro, pasa cariño -invitó haciéndose a un lado, la casa de la señora Marge irradiaba parsimonia- Soy Cassidy Collins, toma asiento, le anunciaré tu llegada a Elena.

-Gracias.

Observé con curiosidad la manera en la que Cassidy se alejaba de la estancia para perderse en el corredor que llevaba al consultorio de la doctora Collins; me sumí en cavilaciones acerca de si se trataba de su hermana o una prima, pues lucían casi de la misma edad, a pesar de que la falta de similitudes era evidente entre ambas, sin embargo, existía cierto parecido entre la castaña y Sean.

Cassidy volvió en cuestión de segundos, para instarme a pasar al consultorio de Elena con una cálida sonrisa.

-Hola, Ann -saludó la doctora tras su escritorio una vez que me adentré al iluminado cuarto- Veo que ya has conocido a mi esposa.

Mis ojos se abrieron con asombro, resultó vergonzosamente imposible para mí ocultar la sorpresa, Elena rio a la vez que, con un movimiento de mano, me ofreció asiento en el mullido sillón frente a ella.

-No tenía idea -fue todo lo que me forcé a decir en cuanto mi sopor fue disminuyendo, la sonrisa en el rostro de Elena creció provocando ligeras arrugas en torno a sus ojos- Ustedes son geniales.

-Nos esforzamos por serlo -replicó- ¿Qué te trae aquí hoy, Ann? Tu madre no me dicho nada acerca de que vendrías.

Me removí con nerviosismo bajo la escrutadora mirada de la doctora.

-Ella no lo sabe -musité bajando la mirada a mis manos- Agradezco que me hayas recibido.

-Tu madre y yo hemos sido mejores amigas desde pequeñas, le tengo un aprecio colosal, es lo menos que puedo hacer.

Alcé la mirada para observarla con intriga.

-Ella nunca te ha mencionado ¿Qué ha ocurrido con ustedes?

Había nostalgia en sus ojos conforme una pequeña mueca tiraba de sus labios.

-Bueno... Ella comenzó a salir con Adam, tu padre y con todo respeto, él no me daba buena espina, se lo dije un par de veces, peleamos, dejamos de hablarnos, luego me mudé a Canadá y perdimos el contacto por completo.

-Vaya -susurré con auténtica estupefacción- ¿Y ya han hecho las pases?

-Algo así. Sarah me advirtió de tu ilimitada curiosidad, ahora, ya no desvies el tema y dime porqué estás aquí.

A pesar de que Elena empleó un todo amable conmigo, no pude evitar sonrojarme.

-¿Tiene que ver con la repentina presencia de tu padre? -volvió a hablar.

-No, eso me tiene sin cuidado.

-¿Qué sientes al respecto?

Su pregunta me tomó por sorpresa.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora