Algunas personas canalizaban sus emociones en alguna actividad que resultase placentera para ellas, yo tendía a reprimirlas hasta no poder con ellas y el resultado era siempre el mismo, el llanto, y lo odiaba, odiaba hacerlo pero esa era mi forma de afrontar la mierda que me lanzaba la vida. Además, sabía que me sentiría un poco mejor luego de mi desahogo, y en este caso, agradecía encontrarme sola viéndome tan vulnerable.
Cuando las lágrimas dejaron de deslizarse por mis mejillas y mis ojos comenzaron a sentirse lo suficientemente irritados como para dejar escapar una sola lágrima más, tomé un largo respiro.
Vaya mierda, resultaba entretenida la forma en la que el universo me sacaba de un laberinto en el justo momento en el que estaba a punto de encontrar la salida, solamente para lanzarme a uno aún más complicado.
Acababa de ser abordada por mi neurótico ex-novio, y el hombre que colaboró en mi procreación y estuvo ausente durante la mayor parte de mi vida aparecía para defenderme, amenazando a mi atacante con un arma.
Pudo haberlo matado, alguno de nosotros pudo haber resultado herdio, la frialdad en su voz no hizo más que confirmarme que era capaz de jalar el gatillo. No lo quería en mi vida, ése no era el hombre que recordaba.
Evoqué la última vez que se presentó frente a la casa, él había esperado por horas, era persistente, lo más probable era que siguiera allí.
Me encontraba en un aprieto, mi bolso había caído en el forcejeo, mi teléfono celular había parado en algún arbusto y no tenía dinero suficiente para siquiera tomar un taxi hasta el departamento de Caroline. Maldije por lo bajo, con los dedos enganchados a la madera del banco en lo que trataba de encontrar una solución parcial a mis problemas.
No quería llegar a la casa y enfrentarme sola a mi padre, no tenía forma de llamar a mis amigas, tampoco un medio para llegar hasta ellas, por lo que como única opción tenía a la doctora Collins; Elena ya nos había dado una mano en otra ocasión, tal vez podría esperar a que mamá volviese, de donde sea que se encontraba, en casa de la señora Marge.
Así que hice acopio de todas mis fuerzas para ponerme de pie tras limpiarme los ojos, mis piernas se sentían débiles, sin embargo solo tenía que caminar un par de manzanas, tomando el camino alternativo para evitar pasar por la parte frontal de la casa. No tardé en llegar, sin embargo, comenzaba a sentirme avergonzada, lo que me hizo dudar de si estaba haciendo lo correcto.
Cuando había vuelto a caer en la cuenta de que no me quedaba otra opción, me dispuse a dejar ligeros golpes en la puerta trasera de la casa de los Collins, sí, la puerta trasera. Una muy consternada señora Marge acudió al llamado.
-¿Marie? ¿Qué haces aquí a estas horas? -cuestionó con el seño fruncido, llamándome por mi segundo nombre debido a que no deseaba perder el tiempo en averiguar de cuál de las mellizas Blake se trataba, sus propias palabras. El calor comenzó a subir por mi cuello.
-Lo siento tanto señora, Marge ¿Se encuentra su hija? -averigüé, tratando de evitar a toda costa el contacto visual; conociendome, mis ojos se encontraban rojos e hinchados, el ardor en ellos me lo confirmaba.
-¿Mamá? ¿Estás hablando sola?
Una perturbada Elena hizo acto de presencia, sus ojos dieron con mi figura y se abrieron con pasmo.
-¿Ann? ¿Está todo bien? -indagó, acercándose a paso rápido en tanto me instaba a pasar, llevando una mano a mi espalda.
-Yo...
Traté de relatarle lo ocurrido, juro que lo intenté, pero a pesar de que en mi mente se encontraban las palabras exactas para exponerle la situación en la que me encontraba, no fui capaz de reproducirlas verbalmente. Un inmenso nudo volvió a instalarse en el centro de mi garganta.
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Corazones Rotos
Teen FictionAnn sufrió en carne propia los estragos que podía causar un corazón roto por un desmoronado romance de juventud. Ann sabía que tarde o temprano tendría que salir adelante y seguir con su vida, tal cual lo había hecho él. Ann no tenía idea de que se...