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-Oí que Brown te reprobará y que tu mami no hará nada por evitarlo -una insoportable voz canturreó a mis espaldas, no pude evitar rodar los ojos con hastío.

-¿No tienes cosas más importantes que hacer, Marcella? Encargarte de tu propia mierda, tal vez -sugerí, girándome en dirección a la castaña, con la sonrisa más falsa que podría llegar a dedicarle a cualquiera.

Como era de esperarse, los demás estudiantes que nos rodeaban comenzaron a parar los oídos, ávidos de algún nuevo rumor que esparcir.

-Oh, querida, tengo mi mierda bajo control, no te preocupes por ello -fingió simpatía- suficiente tienes con lo tuyo.

-Mira, ahora no estoy de humor para tus jueguitos, así que será mejor que dejes de molestar de una vez por todas -dije entredientes.

-Oh, ¿Te estoy molestando?, no era mi intención -dijo, simulando pena.

Traté de transmitirle con la mirada las ganas que tenía de plasmar mi puño en su rostro, generalmente no acostumbraba a recurrir a la violencia, pero Marcella era capaz de llevar mi tolerancia al límite. Por su parte, ella me sostuvo la mirada, enarcó una ceja y sonrió de forma retadora. Tomé un profundo respiro, obligándome a conservar la calma, antes de dedicarle una tensa sonrisa de labios cerrados y pasar a un lado.

-Ojalá algún día mejores como persona -mascullé por encima de mi hombro, los murmullos comenzaron a dejarse oír al igual que alguna que otra risa.

-¡Mi hermano te envía sus saludos! -alzó la voz a mis espaldas, los rumores prorrumpieron en el pasillo, incluyendo el primigenio "Uhhh" que utilizaban para incitar a una pelea, pero no titubeé, simplemente apreté los dientes al igual que mis dedos contra mis libros mientras seguía con mi camino.

Ésa, amigos, había sido Marcella Campissi. De seguro ya había quedado bastante claro que era una jodida víbora, y vaya que lo era, aprovechaba todas y cada una de las oportunidades que tenía para fastidiarme el día, con el tiempo, había aprendido a pasar por alto sus provocaciones y eso no hacía más que enfurecerla. Dato curioso: vive a unas cuantas casas de la mía, por lo que esta aversión que sentimos la una por la otra se fue gestando desde años atrás, algo parecido a la repulsión a primera vista.

Era hora del almuerzo, Alanna, otra amiga que Sky y yo teníamos en común, nos había citado al igual que a Heather y a Caroline, a una cafetería cercana al campus bajo el carácter de urgente y a pesar de que odiaba tener que caminar hasta el lugar, me veía impulsada por el deseo de una gloriosa taza de café, la necesitaba.

-¡Ann! -un agitado rubial llamó mi atención- No has contestado mis mensajes.

Isaac lucía radiante como siempre, con el rostro sonrojado por la agitación y el basto pecho elevándose casi con frenesí en cuanto logró seguirme el paso, le sonreí apenada.

-Hola, Isaac -musité sin detener mi andar- lamento no haberlo hecho, es que... no me sentía bien, necesitaba tiempo para procesar la idea de que recursaré cálculo a pesar de que es la materia en la que mejor me desempeño -dije, encogiéndome de hombros.

-Sky me comentó la postura de tu madre, sé que si ella se mete los profesores y el alumnado la engullirán viva, pero si apelo a tu favor... podemos solucionarlo, Ann -dijo, sonaba bastante agitado, por lo que disminuí el ritmo de mis pasos mientras asimilaba lo que acababa de oír.

-Isaac, no -repliqué de forma definitiva- no seré yo quien te meta en problemas, te agradezco el gesto, pero no merece la pena...

-Todo lo que tenga que ver contigo lo vale, Ann -respondió, acelerando el paso hasta lograr cortarme el camino ubicándose frente a mí, mi corazón se saltó varios latidos en cuanto sus ojos color esmeralda atraparon mi mirada- No permitiré que Brown se salga con la suya, es injusto, todos saben que ha tratado constantemente de perjudicarlas, a ti y a tu hermana.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora