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En la actualidad

El lejano tono de la alarma de mi móvil invadió mis oídos, pero rápidamente fue silenciado por mi palma, tanteando la pantalla para callar ese molesto ruido.

Lentamente, fui cediendo de nuevo ante la comodidad de mi cama.

Estaba sumida en una completa y relajante oscuridad, hasta que recobré los sentidos.

Abrí los ojos sobresaltada recordando que era viernes y debía llegar temprano a la universidad.

No podía distinguir si ya había amanecido, y mentalmente, maldije a Sky por elegir cortinas de colores oscuros, aunque gracias a ellas los rayos del sol no se colaban típicamente en nuestra habitación.

Recordé que había apagado la alarma, lo que significaba... Que me había vuelto a dormir.

Busqué con desesperación un objeto en particular y al encontrar los números rojos parpadeantes sobre el escritorio, mi estómago dio un vuelco y mi ritmo cardíaco aumento al instante.

Esto no podía estar pasándome... Media hora tarde... ¡Mierda!

Me incorporé de un brinco e intenté ponerme en pie los más rápido posible, pero mi pie izquierdo se quedó enredado entre las sábanas, así que me di de bruces contra el duro piso de madera, causando un ruido seco.

Lentamente volteé la mirada, sobandome la cabeza, hacia el bulto cubierto por sábanas que seguía roncando, al otro lado de la recámara.

Lancé un bufido y ésta vez, calculando mis pasos, logré plantar ambos pies al piso.

Los segundos seguían transcurriendo, y ya me habían costado dos minutos despegarme de mi sexy, sexy cama.

Y esto... Oh señor... Esta era la peor parte de mis días... Despertar a Sky.

Luego de una inhalación profunda, me armé de valor, y con todo el aire contenido, me acerqué a la morada de la bestia.

Una mueca de dolor anticipado se proyectó en mi rostro, así que tomé una almohada para utilizarla como escudo.

Me encontraba a un metro de distancia, y levantando un poco la voz, intenté despertarla.

-Sky, se nos hace tarde -coloqué la almohada frente a mi rostro por inercia.

Ella ni siquiera se inmutó, exceptuando sus sonoros ronquidos de princesa, no mostraba señales de vida.

Dirigí una vez más mi mirada al reloj, ya habían pasado cinco minutos, era impresionante la velocidad con la que pasaba el tiempo cuando menos convenía.

Suspiré frustrada, así que puse en práctica la frase «en situaciones desesperadas, medidas desesperadas»

Junté todas mis fuerzas y levanté la almohada por encima de mi cabeza, con el labio inferior entre los dientes y los ojos entrecerrados, apunté hacia la coronilla que se alcanzaba a ver por sobre las mantas.

Solté todo el aire contenido y simultáneamente arrojé la almohada a la cabeza de Sky.

Las sábanas salieron volando por los aires y me cubrí el rostro en un vano intento de defenderme de la tormenta que se acababa de desatar.

De inmediato pude sentir como Sky se aproximaba peligrosamente, blandiendo sus puños; con la mandíbula apretada y el cabello enmarañado, en otro momento, parecería una imagen cómica, pero teniendo en cuenta que se nos hacía cada vez más tarde, decidí excusarme rápidamente.

-Vamos tarde... No despertabas... -mis palabras salían atropelladamente pero eso no evitó que Sky me propinara un golpe en la cabeza.

-Que vamos tarde, mierda -recriminé, dándole un golpe en el hombro.

-Lo siento, es que estoy en automático y tú... -su voz ronca y sus ojos entrecerrados cambiaron por una voz aguda y un par de ojos abiertos como discos de vinilo- ¿¡Vamos tarde!?

Asentí con la cabeza, mientras que mi clon me hacía a un lado de un empujón y miraba con sorpresa el reloj digital.

-¡Mierda! -gritó.

No pude ocultar mi diversión a causa de su desesperación.

-¿¡Qué es lo que te causa tanta gracia!? Apúrate, idiota -espetó cerrando de un golpe la puerta del baño.

Miré nuevamente el reloj, ocho minutos en despertarla. Mis ojos se abrieron con exageración al recordar que el baño de nuestra habitación era el único en el que funcionaba el agua caliente y Sky ya lo había ocupado, no quedaba tiempo para esperar a que saliera.

Corrí hasta el otro lado del pasillo, giré con desesperación el pomo de la puerta e inmediatamente me lancé a la cascada de agua helada, sin siquiera quitarme el pijama de encima, esperaba que eso ayudara a que el frío no me diera un duro golpe, pero de nada había servido. Todo el aire contenido se me escapó de los pulmones en el momento en el que me coloqué bajo la ducha.

Las gotas golpeaban mi espalda y se deslizaban desde mis cabellos hasta las puntas de mis pies, mientras mis dientes castañeteaban y tomaba respiraciones profundas para intentar, en vano, mantener mi calor corporal.

El agua estaba completamente helada, y no pensaba sacarme el pijama, así que me alejé de las violentas gotas y descargué un chorro del shampoo en las palmas de mis manos, me froté con ellas el cabello, y dándome ánimos y conteniendo la respiración, me precipité nuevamente hacia la ducha, donde con rapidez comencé a pasarme el jabón por el cuerpo y la pijama.

Cuando todo rastro de espuma desapareció, cerré el grifo y me lancé hacia el estante de las toallas, estaba segura que luego de cubrirme ya no sentiría tanto frío.

Pero debí de imaginarme lo siguiente, teniendo en cuenta mi suerte: No habían toallas.

Solté una especie de rugido extraño entre los repiqueteos de mis dientes; con los pies contraídos para mantener a mi trasero alejado del suelo, y los músculos entumecidos por el frío, caminé de vuelta a mi habitación, salpicando toda el agua que se escurría de mi ropa por el pasillo.

Al entrar pude ver a Sky alborotandose el cabello con una toalla, sus ojos vagaban distraídos por el suelo.

-Oye, ¿no haz visto mis Vans? -preguntó distraída, no entendía como podía llevar puestos una camisa sin mangas y pantalones cortos, oh sí... claro... el agua caliente.

Rodé los ojos ante el pensamiento y mi mandíbula hizo un esfuerzo por dejar de temblar y endurecerse.

Al no recibir respuestas de mi parte, Sky levantó los ojos y me miró confundida.

-¿Pero que mierda te ha pasado?

-Sal, tengo que vestirme -dije entre dientes.

Me dedicó una expresión indignada.

-Pero si tenemos lo mismo -dijo colocando las manos en su cintura y recargando su peso en una sola pierna- Pierde la vergüenza mujer -dijo alcanzandome una toalla.

Miré una vez más el reloj y suspiré más relajada, a penas habían transcurrido 18 minutos, tal vez podríamos desayunar.

-Sky... El tiempo corre, por favor, necesito algo de privacidad -hice el mayor de los esfuerzos por sonar paciente, el frío iba siendo remplazado por un calor que me hacía cosquillas en la piel.

-Pero mis Vans... -rechistó.

-Están en la cocina.

-¿En la coci...

Y a continuación la guíe hasta el otro lado de la puerta y la cerré en sus narices.

Oí un bufido del otro lado del rectángulo de madera que nos separaba y me aseguré de que no intentaría entrar de nuevo.

Comencé a despedirme de mis frías y mojadas prendas cuando un sonoro golpe seco me sobresaltó.

-¡ANN BLAKE, HIJA DE PUTA!

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora