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Los días transcurrían, y cada vez encontrábamos mejores maneras de acomodarnos en nuestro nuevo hogar.

Habían varias recamaras que no serían utilizadas, y serían la ruta de nuestras exploraciones de ahora en más.

Los viajes desde Oregon hasta California eran eternos, por lo que nos limitabamos a visitar al abuelo en cada cumpleaños, sonaba cruel, pero con el empeño que ponía en permanecer solo y alejar a las personas, era lo máximo que podíamos hacer por él.
Por esto, desconocíamos la mayoría de las habitaciones del piso superior.

Mamá había salido a comprar comida, y como no quería dejar una mala primera impresión para los vecinos, nos dejó solas en la casa, con la promesa de no destruir nada, lo sé, sonaba a algo que solo una mala madre haría, pero teniendo en cuenta que la última vez que fuimos al supermercado estudiamos el efecto dominó con los estantes, tenía razones para dejarnos aquí.

La puerta se cerró de un golpe, y tras bajar nuestros dedos meñiques y desdoblar los que se encontraban cruzados a nuestras espaldas, nos dedicamos una mirada cómplice y nos pusimos a buscar una caja en específico.

Al encontrarla, ambas nos dirigimos al piso de arriba con nuestras linternas en mano.

La primera puerta a la derecha, era la habitación de los abuelos, en donde mamá se instalaría, así que no entramos en ella. La puerta del frente, sería nuestro cuarto, así que también la descartamos.

En la siguiente puerta se encontraba el baño, no estábamos llegando muy lejos.

-Empecemos por el final- dijo Sky, asentí y nos dirigimos al final del pasillo.

Al abrir la puerta, los pocos rayos de luz que se filtraban por las persianas nos recibieron, con las partículas de polvo danzando a nuestro alrededor.

Cajas y más cajas, llenas de cosas antiguas, Sky y yo sonreímos y encendimos nuestras linternas.

Ropas, libros y retratos se encargaban de ocupar todo el espacio de las cajas, que a su vez, apiladas, ocupaban su propio espacio.

Con la tenue luz de nuestras linternas, iluminamos una de las cajas que se encontraba abierta, un montón de fotos se encontraban en su interior.

Mamá junto a la tía Ysabel, nosotras en nuestras cunas, los abuelos cargándonos, ambas tomadas de las manos, Sky con una mueca extraña y graciosa en el rostro unos años atrás.

Pero justamente una del montón hizo que las lágrimas acudieran a mis ojos, mamá y papá, juntos, sonriendo, felices.

Sky soltó un bufido y me dio la espalda.

-¿Es que acaso no lo extrañas?- pregunté furiosa, intentando tragarme los sollozos y contener las lágrimas.

-Estamos con mamá ahora, no hay necesidad de extrañar a nadie- su fría voz me sorprendió, ella nunca había hablado de esa manera.

Siendo sincera, siempre fui más cercana a papá de lo que Sky lo fue, no quería decirlo de ésta manera, pero yo era su favorita.

-¿Por qué dices eso?

Me encaró y pude notar el enojo que irradiaban sus ojos.

-¿Por qué eres tan débil?- contra atacó.

-¿Por qué eres tan fría?

-¿Por qué eres tan patética? No puedo creer que seas mi melliza.

Contuve las lágrimas, que hacían que viera todo a través de un cristal empañado, ante sus palabras, no quería parecer tan "patética" como ella me creía.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora