Con los dientes apretados para evitar que mi barbilla temblase, iba en completo silencio en el asiento trasero del auto que la tía Ysabel rentaba durante su estadía en la ciudad.
Sky y ella irían a Las Vegas luego de dejarme en la universidad, donde debía hacer frente a las pruebas para regresar al equipo de cross. ¿Que si estaba nerviosa? Como nunca antes lo había estado.
-Estás muy callada, Ann ¿Todo en orden? -indagó la hermana menor de mi madre, fijando sus claros ojos en mí a través del espejo retrovisor. Apreté el bolso deportivo contra mi pecho.
-Lo estoy -aseguré después de soltar el aire que tenía contenido en los pulmones.
-Lo harás bien, el entrenador te echa de menos, eras parte importante de su equipo Ann -me alentó Sky, volteandose hacia mí. Me hice aún más pequeña en el asiento.
El entrenador Joel Sanders, podíamos llamarlo Joe en las parriladas, era un gran amigo de mamá, es más, creo que era el único amigo que en verdad tenía. Lo conocíamos desde que mamá fue transferida al Caltech.
La pista olímpica me había dejado maravillada desde la primera vez que la vislumbré a lo lejos, en mis primeras visitas al campus, desde ese entonces, el entrenador Sanders se hizo cargo personalmente de mi desempeño deportivo tras descubrir en mí "cierto potencial" como él lo había dicho. Hasta que los abandoné.
-¿Y qué pasa si se encuentra molesto conmigo? Es decir, lo merezco, abandoné al equipo, de seguro no quiere volver a verme, no permitirá que haga las pruebas y...
-¿Quieres que detenga el auto y te de una patada en el trasero, Ann Marie? Porque sabes que lo haré con tal de que entres en razón -advirtió mi tía- Maldición ¿Dónde está la sobrina optimista y voraz que conocía?
-En el pasado, o tal vez en otro universo -musité.
-Has que vuelva -ordenó, dedicándome una última mirada cargada de fiereza. Guardé silencio, ella tenía razón, a pesar de que no sería nada sencillo, debía ser volver a ser optimista.
-Pateales el trasero hermanita -se despidió Sky lanzándome un beso en cuanto puse los pies fuera del vehículo.
-Más le vale, le quitaré su parte de la herencia de lo contrario -advirtió mi tía, dedicándome una mirada amenazante antes de reír y sonreírme con cariño- Tú puedes Ann, sabes que sí.
-Gracias, las amo -repliqué inclinada sobre la ventanilla, la ansiedad picando en mi nuca- Usen protección y no se casen con ningún extraño ¿Quieren?
-Estaremos muy ebrias, pero no idiotas.
-Más les vale -reí, alejándome para que ellas pudieran partir.
-Te enviaremos un mensaje en cuanto lleguemos, trata que tu madre no te vuelva loca con su presencia -dijo la tía Ysabel con ironía en tanto ponía los ojos en blanco. Solté una risa.
Sky se despidió con la mano y finalmente el automóvil se hizo pequeño en la distancia. Tomé un profundo respiro.
-Vamos, Blake, sabes que puedes hacerlo -me alenté, apretando los puños y andando con decisión hacia la pista olímpica, donde se realizarían las pruebas. Mi cuerpo entero se encontraba en completa tensión, debía relajarme.
Y como si fuese a leerme la mente, Isaac se hizo presente en forma de un mensaje de texto.
"¡CONTROLA ESOS NERVIOS, BLAKE! Lo harás de maravilla, desearte suerte estaría demás, ese puesto es tuyo y nunca lo ha dejado de ser. ¡Ve con todo, bonita!"
No pude evitar sonreír.
Habían pasado casi dos semanas desde que lo vi por última vez, lo echaba de menos a pesar de que hablábamos por horas y horas en sus ratos libres.
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Corazones Rotos
Teen FictionAnn sufrió en carne propia los estragos que podía causar un corazón roto por un desmoronado romance de juventud. Ann sabía que tarde o temprano tendría que salir adelante y seguir con su vida, tal cual lo había hecho él. Ann no tenía idea de que se...