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Perdí el equilibrio y agradecí a todos los Dioses por tener mi cama pegada al ventanal; cuando conseguí estabilizarme y reincorporarme busqué por toda la habitación el objeto que había dado en pleno contra mi, ahora, palpitante nariz, pero no había nada fuera de lugar.

Mis dedos viajaron a mis fosas nasales, para comprobar que estuvieran libres de cualquier rastro de sangre, pero la sensación de dolor era incomparable, peor que el dolor que me causaban los golpes de Sky.

Seguía masajeando mi adolorida nariz, formando muecas de dolor en mi rostro de vez en cuando, cuando noté que unos grandes antebrazos se aferraban al alféizar de la ventana.

¿¡Un ladrón!? ¿¡Un asesino!? ¿¡Un violador!? ¿¡Un secuestrador de adolescentes!? ¿¡Un ninja!? O peor ¡¡Un ninja ladrón secuestrador de adolescentes violador asesino!!

Eran algunos de los pensamientos que se estrellaban en mi sana, sana mente, y tal vez podría ponerme en acción y aplastar sus dedos con la ventana, pero como toda mujer fuerte y temeraria, permanecí petrificada en mi lugar.

Lentamente un rostro masculino fue asomándose, y tal vez fueron o su espeso cabello oscuro y alborotado, o sus gruesos labios rosados, quizá su pequeña nariz, o sus ojos de un singular café claro recorriendo curiosos por la habitación, los culpables de que quisiera permanecer en silencio por el resto de mis días, observándolo únicamente.

Pensándolo bien... No estaría tan mal que este chico fuera un ninja ladrón secuestrador de adolescentes violador asesino.

No podía apartar la vista de sus grandes ojos vagando por todo el cuarto, hasta que su mirada se detuvo en la mía y sus ojos adoptaron el doble de su tamaño normal.

Algo en sus vacilantes labios se me hacía familiar, sus ojos se movían con un brillo particular al ras de mi rostro, sin eliminar la expresión de sorpresa del suyo.

Abrió la boca para decir algo, pero al parecer no halló las palabras adecuadas, porque la volvió a cerrar rápidamente.

Tragué saliva, esto se había tornado de interesante y extraño a incómodo y extraño.

-Hola... yo... lo siento... -su suave voz me acunó e hizo que todo lo que ocurriera a través de mis ojos se viera en cámara lenta.

De seguro me veía como toda una estúpida a la cual la baba se le escurría de la boca, porque la realidad me golpeó al observar sus dientes enmarcados por una sonrisa alardeante, era obvio que éste era uno de esos chicos conscientes de su belleza y la utilizaban siempre para conseguir lo que querían.

Carraspee y desvié la mirada.

-¿Quién eres y qué quieres? Te advierto que tengo un bate bajo mi cama y no tengo miedo de usarlo -advertí mirando por encima de su hombro para evitar perderme en sus ojos.

Pude escuchar una risa silenciada de su parte.

-Soy Romeo, y vengo en busca de mi Julieta -mi corazón se aceleró tan solo con oír esa tonta oración y a pesar de saber que el chico estaba bromeando, tenía la leve esperanza de que estuviera refiriéndose a mí.

Mi expresión confundida lo alertó y soltó una pequeña risita.

-Perdona, sin querer lancé el balón de mi sobrino hacia esta dirección y estoy seguro de que entró a tu habitación.

Inmediatamente me tape la nariz con una mano.

-Así que fue el balón de tu sobrino el que me partió la cara, y fuiste tú el que lo lanzó hacia aquí -entrecerré los ojos.

-No fue mi intención, lo siento, ¿Te lastimé? -sus ojos se iluminaron con preocupación.

-Sí -dije lo más cortante posible.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora