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-Buenos días, profesor Brown, lamento llegar tarde -hablé por lo bajo, captando todas las miradas presentes en el salón al abrir la puerta, el hombre frente al pizarrón me dirigió una mirada hostil mientras me abría paso entre las sillas y tomaba asiento al fondo del aula, Heather, mi amiga y compañera de estudio, volteó a observarme extrañada mientras me hacía pequeña en el asiento, encogiendome de hombros.

El profesor siguió con su explicación, mientras paseaba sus filosos ojos por todo el alumnado, hasta que se detuvieron en mí. Tomé un profundo respiro.

Aquí vamos de nuevo.

-Blake, tus apuntes -alzó la voz por encima de los murmullos que provenían de mis compañeros- ¿Dónde están?

-Los... los dejé en casa, profesor -dije, irguiéndome en mi asiento y luchando por sostenerle la mirada al hombre cincuentón que se alzaba ante nosotros como si fuese un Dios del Olimpo, un silencio sepulcral se formó en el salón.

-Ah -musitó, cruzándose de brazos- llegas tarde y ni siquiera traes tus apuntes.

-Verá, mi hermana...

-Nada de excusas, Blake -me interrumpió, involuntariamente tensé la mandíbula, evidentemente cabreada- Es claro que el hecho de que tu madre sea la rectora de la universidad les hace pensar a tu hermana y a ti que pueden hacer lo que quieran con total libertad y sin recibir represalias ¿Me equivoco? -en su rostro se formó una repugnante sonrisa arrogante.

-En realidad sí, se equivoca -dije, incorporándome impulsada por la ira, él enarcó las cejas, entretenido- El hecho de que mi madre sea la rectora de esta prestigiosa universidad no hace más que convertirnos, a mi hermana y a mí, en blancos fáciles para que maestros incompetentes como usted se desquiten por no ser lo suficientemente capaces de sostener el peso de esta institución sobre sus hombros, y mucho menos de llenar los zapatos de mi madre -lo ofendí, pude notarlo debido al cambio drástico en su expresión- ¿Por qué mejor no se interesa en hacer bien su trabajo y dejar alguna enseñanza para alguno de nosotros? ¿Debe preocuparse porque la hija de la rectora Gabel no ha traído lápiz y papel? Esto no es una guardería, por el amor de Dios.

Su labio superior comenzó a  temblar de cólera mientras el sudor perlaba su frente y cada uno de sus flácidos músculos se tensaban, su rostro enrojeció, los murmullos se dejaron oír en el salón.

-Largo -dijo entredientes, señalando la puerta.

-Con mucho gusto -repliqué, poniéndome en pie y dejando un beso en la frente de una escandalizada Heather mientras pasaba a su lado.

-No esperes aprobar esta materia -me advirtió el profesor una vez que nos encontramos frente a frente.

-¿Por qué no va y se lo dice a mi madre de una vez por todas? Me haría un favor enorme -lo desafié, con la rabia circulando por mis venas.

Él estuvo a punto de decir algo pero no le di oportunidad de replicar, ya que me dirigí a la puerta y me marché con portazo de por medio.

El profesor Brown, señoras y señores, compitió contra mi madre por el rectorado y como ya lo pudieron haber notado, no lo logró, por lo que Sky y yo eramos sus víctimas recurrentes. Y podía citar a varios de sus partidarios que se enseñaban con ambas de la misma manera, pero tomaría algo de tiempo.

En cuanto el calor del momento dejó de influir en mí, caí en cuenta de las palabras que había articulado el profesor, reprobaría sin importar nada, maldita sea.

Solté un bufido mientras me encaminaba a la salida, el día había comenzado de la peor manera posible, me tomé del rostro mientras trataba de organizar mis pensamientos, lo mejor sería volver a casa a por mis cosas y regresar para la siguiente clase, pero no tenía ánimos de repetir todo el trayecto de ida y vuelta.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora